Patrick Zanzi es colaborador de la revista francesa Vers La Tradition, donde ha publicado entre otros el presente artículo. Fundó la revista Devanâgarî (Association Shankara, 15 rue Buffon, 75005 París), de la que hemos dado cuenta en SYMBOLOS 15-16, la cual se ocupa de la metafísica oriental, especialmente de la Tradición Hindú, es decir de un pensamiento tradicional, bebido por tanto en fuentes originales. 
Antología de Textos Herméticos
NOTAS SOBRE LA ENCARNACION
PATRICK ZANZI
"... Decimos entonces que el hombre debe ser tan pobre que no sea y que no tenga ningún lugar donde Dios no pueda operar. Allí donde el hombre reserva un lugar, allí reserva una diferencia. Es por ello que ruego a Dios que me desprenda de Dios, ya que mi ser esencial está por encima de Dios en la medida en que tomemos a Dios como origen de las criaturas; ya que en el mismo ser de Dios, donde Dios está por encima del ser y de la diferencia, allí estoy yo mismo, allí me quiero a mí mismo, y me conozco a mí mismo para hacer a este hombre que hay aquí. Por ello soy causa de mí mismo, según mi ser que es eterno, y no según mi devenir que es temporal y por ello soy no nacido, y según mi estado no nacido no puedo morir jamás. Según mi estado no nacido he sido eternamente y soy ahora y debo permanecer eternamente. Por ello lo que soy según el nacimiento debe morir y ser aniquilado ya que esto es lo que es mortal; por eso es necesario que se corrompa con el tiempo. Con mi nacer, nacieron todas las cosas; y fui causa de mí mismo y de todo; de haberlo querido, yo no habría sido ni habrían sido las cosas; y no habiendo sido, 'Dios' tampoco habría sido. De que Dios sea 'Dios', yo soy una causa; si yo no hubiera sido, Dios no habría sido 'Dios'"(1) 

Si hemos escogido, deliberadamente una cita del Maestro Eckhart(2) para empezar nuestro estudio sobre la Encarnación, que algunos encontrarán ciertamente delicado, es porque éste parece tener del Cristianismo un "conocimiento" que sobrepasa, y por mucho, el "aspecto histórico" de la tradición cristiana hasta tal punto, que diríamos, incluso, que aquello que es de orden temporal no le parece de una importancia capital ya que, nos precisa que es lo no nacido aquello que debe permanecer eternamente. Hay pues aquí otra "visión" del Cristianismo que aquella de la gran mayoría de los católicos de hoy, aunque estuviesen ellos a la derecha del Padre. 

Y además, otra razón por la cual hemos citado al Maestro Eckhart es que por doquier se reprocha a R. Guénon no haberlo leído. Quizás sea cierto, pero si se tiene un buen conocimiento de una obra como Los Estados Múltiples del Ser, nos daremos cuenta, por poca capacidad intelectual que uno tenga, de que el hecho de que R. Guénon no haya leído al Maestro Eckhart, aunque esto sea "históricamente cierto", no tiene, doctrinalmente, ninguna importancia. 

También porque el Maestro Eckhart hace alusión a lo no nacido, vinculándolo por otra parte a la eternidad y no a la perpetuidad, creemos que es necesario preguntarse bajo qué punto de vista nos situamos cuando hablamos de la Encarnación, ya que pensamos que, desde un punto de vista metafísico, no puede haber Encarnación cualquiera que fuere. En efecto, estando el Principio más allá de todo estado del Ser, querer "encerrarlo" en cualquier estado sea el que sea es en cierto modo imponerle nuestras propias limitaciones e incluso nuestra propia "incomprensión"; y lo que es más, imponerle una limitación ligada a un estado individual y al más grosero de todos nos parece totalmente inconcebible. Además, ¿cómo podría el Principio unirse "a algo" distinto de sí mismo? 

Sería conveniente pues, para no asimilar el Cristianismo a la sola Encarnación, que está ligada al orden temporal, cuestionarse las distinciones que conviene hacer entre lo que es de orden temporal y lo que no lo es. 

R. Guénon escribía a propósito del Avatâra: "...se trata de este 'germen' espiritual que en el orden microcósmico, tal como ya lo hemos dicho, es designado como Hiranyagarbha por la tradición hindú; y este 'germen' con respecto al mundo en el centro del cual se sitúa es propiamente el Avatâra primordial" Y R. Guénon precisa en un pie de nota: "No se trata aquí de los Avatâras particulares que se manifiestan en el transcurso de los diferentes períodos cíclicos, sino de aquel que es en realidad, y desde el comienzo, el principio mismo de todos los Avatâras; igualmente, desde el punto de vista de la tradición islámica, Er-Ruh el-muhammadiyah es el principio de todas las manifestaciones proféticas, y ese principio está en el origen mismo de la creación. Recordaremos que la palabra Avatâra expresa propiamente 'el descenso' de un principio en el dominio de la manifestación, y también, por otra parte, que el nombre de 'germen' es aplicado al Mesías en numerosos textos bíblicos."(3) 

A propósito del "germen" hacemos hincapié en que el nacimiento de Cristo tiene lugar en una gruta que es asimilable evidentemente a la caverna, no obstante la caverna tiene una forma convexa mientras que el belén, que es propiamente el pesebre en el que es depositado el Niño Jesús, es de forma cóncava. Estos tres elementos están íntimamente relacionados con lo que la tradición hindú denomina Hiranyagarbha, o en otros términos, son en cierto sentido como una exteriorización del Huevo del Mundo. 

El Cristo mismo nos recuerda las distinciones que conviene hacer entre el dominio temporal y aquello que es de orden intemporal diciendo: "Antes que Abraham fuera, yo soy" o mejor todavía "Yo soy el Alfa y el Omega". En la primera de las palabras de Cristo que acabamos de citar, el empleo del presente alude en cierto sentido a la eternidad, y así como el Verbo, que es el "Hombre Universal", jamás es afectado en su "estado espiritual" por su "manifestación histórica", en ningún caso deberá asimilarse el Alfa y el Omega sólo a este Manvantara. Igualmente, notemos que cuando el Cristo afirma: "El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán" indica como lo señala R. Guénon que "El Verbo en sí mismo, y en consecuencia el 'Hombre Universal' que le es idéntico, está más allá de la distinción de 'Cielo y Tierra'; mora, pues, eternamente tal y como es en su plenitud de ser, mientras que toda manifestación y toda diferenciación (es decir el orden de las existencias contingentes) se desvanecen en la 'transformación' total".(4) Igualmente se puede señalar que en San Mateo se dice: "El cielo y la tierra pasarán antes que pase una iota o una tilde de la Ley hasta que todo se cumpla". Convendría todavía establecer las referencias necesarias entre el Iod y el "germen" del que hemos hablado más arriba; el lector podrá siempre remitirse en este punto a René Guénon.(5) 

Cada cual comprenderá entonces que el Cristianismo es ante todo "otra cosa" que la Encarnación y que el Verbo no aparece como encarnado más que desde el punto de vista de la manifestación. Cristo hace además algunas alusiones muy nítidas, por ejemplo cuando habla de aquellos que tienen ojos y no ven, o mejor incluso cuando el Apóstol Felipe le reclama ver al Padre y el Cristo le responde: "Después de tanto tiempo de estar con vosotros, ¿y tú no me has llegado a conocer, Felipe? Aquél que me ha visto ha visto al Padre; ¿Cómo puedes entonces decir: enséñanos al Padre?" 

Esto no quiere decir que la Encarnación, desde cierto punto de vista, no tenga cierta importancia, pero lo que nos parece totalmente impensable es plantear la igualdad Encarnación = Cristianismo, y es por lo que nos ha parecido necesario volver a incidir sobre esta cuestión de la Encarnación. 

Se tiene la costumbre en ciertos medios católicos de encarar el Cristianismo como una tradición muy particular, y para esto el argumento principal utilizado es que es la única en la historia del mundo en que, como se dice a veces, "Dios se ha 'encarnado'", o que, como dice la Iglesia, "El Verbo se ha hecho carne". También, después de haber recordado que desde un punto de vista principial no puede haber Encarnación, vamos a ver si es verdaderamente exacto que la Encarnación del Cristo es un acontecimiento único, incluso reconociendo de buen grado que el Cristianismo sea la única tradición que afirma que el Verbo se ha hecho carne; e incidiremos precisamente sobre este punto al final de nuestro artículo a fin de ver si cabe conceder al Cristianismo, por esta afirmación, una "cierta superioridad" sobre cualquier otra tradición. 

Sobre el uso de la palabra Encarnación debemos recordar las "reservas" que emitió R. Guénon respecto a su empleo; y debemos decir que compartimos totalmente las "reservas" de R. Guénon, quien dijo: "Debemos hacer notar que no decimos 'encarnaciones' como se hace habitualmente en Occidente, pues esta palabra es enteramente inexacta: el sentido propio del término Avatâra es 'descenso' del Principio divino en el mundo manifestado."(6) 

La primero que debemos considerar es que la noción de "descenso del Principio divino en el mundo manifestado" no es para nada extraña al Cristianismo porque el Cristo mismo afirma que él es "El Pan vivo descendido del Cielo".(7) No nos parece entonces que haya dificultad alguna en admitir que el descenso de Jesús sea el equivalente exacto a lo que el Hinduismo entiende por Avatâra; y puesto que la doctrina de los Avatâras pertenece propiamente al Hinduismo, no nos parece inútil recordar que éste enumera los diez Avatâras de Vishnu que se "sucederán" en nuestro Manvantara. No vamos a volver a dar aquí la lista de los diez Avatâras de Vishnu pero apuntaremos como otros ya lo hicieron, que el noveno Avatâra es denominado por los Puranas Mleccha-Avatâra y que hay en esta expresión muchas relaciones que podrían establecerse con la misión de Jesús.(8) 

Quizás no sea inútil recordar que la posibilidad de una pluralidad de manifestaciones del Principio es una concepción que no es extraña al Cristianismo; así, Santo Tomás de Aquino escribía: "La potestad de una Persona Divina es infinita y no puede verse limitada por nada creado. Por ello no debe decirse que una Persona divina haya asumido una naturaleza humana, de tal suerte que ella no pudiera asumir otra"(9) (se notará que, en esta cita, la posibilidad de la Encarnación está ligada con la noción de Persona divina). 

Podríamos multiplicar las citas que mostrarían que Santo Tomás de Aquino no es un caso excepcional; y si hemos escogido al autor de la Summa es porque él es Doctor de la Iglesia, lo que no son aquellos que niegan esta posibilidad de pluralidad de manifestaciones. 

Pero puesto que la doctrina de los Avatâras pertenece propiamente al Hinduismo creemos necesario citar aquí uno de sus textos sagrados totalmente relacionado con nuestro tema. Veamos así lo que afirma la Bhagavad-Gita en el capítulo IV, versículos 7 y 8: 

­ "Cada vez que en algún lugar del universo el Dharma declina, y se eleva el adharma, ¡oh descendiente de Bharata! 

Yo desciendo en persona". 

­ "Aparezco de edad en edad con el fin de liberar a Mis devotos, castigar a los infieles, y restablecer el Dharma". 

Si Santo Tomas de Aquino no excluye ni de lejos la posibilidad de una multiplicidad de manifestaciones, Krishna lo afirma expresamente, ligando esta necesidad a las condiciones cíclicas; y el lector comprenderá también sin esfuerzo que nos separamos radicalmente de aquellos católicos que pretenden que la Encarnación es un "acontecimiento" único en la historia del mundo. 

Así, no puede haber diferencia, al menos desde un punto de vista principial y habida cuenta de lo que hemos dicho más arriba, entre el descenso del "Pan Vivo" y aquel de Krishna, por poco que se conciba que el principio de todos los Avatâras es Uno. Lo que sí es muy diferente son las épocas cíclicas en las cuales el descenso del Principio se efectúa, pero esto no tiene evidentemente "realidad" más que desde el punto de vista de la manifestación. Todo católico abierto al esoterismo debería, pues, poder concebir y reconocer que desde el punto de vista metafísico el Krishna-Principio es el equivalente del Cristo-Principio, Principio que es idéntico porque él es Uno y Único.(10) Así, no puede haber diferencia, al menos desde un punto de vista principial y habida cuenta de lo que hemos dicho más arriba, entre ningún Avatâra que fuere, cualquiera que sea su nombre y sea cual sea la época de Su manifestación. 

Así nos parece que la Encarnación no es un acontecimiento único, sino que por el contrario la de Cristo ha estado "precedida" de otras ocho entre las cuales la de Krishna quien se "expresa", como ya lo hemos visto, de forma clarísima sobre la pluralidad de las manifestaciones del Principio. 

Entonces, salvo que se quiera cuestionar la validez de un libro sagrado, apenas se ve qué es lo que tiene de más extraordinario la Encarnación considerada desde el punto de vista católico u ortodoxo, que la Encarnación o mejor la manifestación de Rama-Chandra o la de Krishna para un hindú; si la Iglesia no puede reconocer una pluralidad de manifestaciones del Principio (esto podría explicar entonces por qué R. Guénon ha rehusado tratar esta cuestión ya que uno imagina fácilmente las "presiones" que habría tenido que sufrir el sucesor de Pedro y las consecuencias que habría podido conllevar la asimilación del Cristo al 9º Avatâra), es porque ello está fuera de su dominio, y aquellos que se adhieren a esta tesis, concebible y admisible desde un punto de vista religioso, no son de hecho más que exoteristas encerrados dentro del dominio histórico y temporal. 

Se comprenderá entonces todo lo que nos separa de los "partidarios" de la Encarnación única, incluso si ligando la Encarnación a la historia del mundo, los católicos que ahora tenemos en vista se ven forzados a reconocer que la manifestación del Principio, como toda manifestación, tiene "un comienzo y un fin". ¡(Salvo que se pretenda que la historia del mundo es sin comienzo ni fin, lo que es un poco exagerado por no decir antitradicional e igualmente "lo menos universitario posible")! 

Evidentemente, concerniendo la Encarnación al mundo terrestre, concierne forzosamente al dominio de la manifestación individual y por lo mismo al dominio temporal, y por ello, nos parece juicioso vincular la Encarnación a la historia del mundo e incluso de este mundo; y también podemos decir que es la historia de este mundo la que necesita del descenso del Principio en el mundo manifestado, como lo muestra claramente la cita de la Bhagavad-Gita a la que hicimos alusión más arriba. R. Guénon, por su parte, no hizo más que confirmar esta necesidad: "y a veces ocurre, en ciertos momentos críticos en que la tendencia descendente parece estar a punto de tomar ventaja definitivamente en la marcha general del mundo, que interviene una acción especial para reforzar la tendencia contraria, de manera que se establece un cierto equilibrio, al menos relativo, según lo permitan las condiciones del momento, y de esta forma se opera un enderezamiento parcial mediante el cual el movimiento de caída puede parecer detenido o neutralizado temporalmente"; y precisa en una nota, a propósito del pasaje que acabamos de citar, que "Esto se refiere a la función de 'conservación divina' que, en la tradición hindú, es representada por Vishnu, y más particularmente a la doctrina de los Avatâras o 'descensos' del principio divino al mundo manifestado"(11) 

Es por ello que, según nosotros, la "misión" de Cristo puede ser asimilada a la misión del Avatâra en tanto que él es "Salvador del mundo",(12) y R. Guénon había observado que en ciertas épocas es bajo su aspecto de "salvador" que aparece Vishnu, y que hay entre el Salvador y el Cristo algo más que una simple aproximación. Pero citemos de nuevo a R. Guénon: "...Otro hecho que viene también en apoyo de estas consideraciones es que, en la India, la manifestación en forma de pez (Matsya-avatâra) se considera como la primera de todas las manifestaciones de Vishnu, la que se sitúa al comienzo mismo del ciclo actual, y por lo tanto en relación inmediata con el punto de partida de la Tradición Primordial. No hay que olvidar, a este respecto, que Vishnu representa el Principio divino considerado especialmente en su aspecto de conservador del mundo; este papel está muy próximo al del 'Salvador', o más bien, éste es como un caso particular de aquél; y verdaderamente como 'Salvador' aparece Vishnu en algunas de sus manifestaciones correspondientes a fases críticas de la historia del mundo(13)..".(14) 

Se comprenderá entonces inmediatamente, con ayuda de la cita que acabamos de hacer, el sentido de la respuesta dada por el Cristo a los fariseos y saduceos quienes, para tentar al Señor, le pidieron una señal del cielo, petición que les costó la respuesta siguiente: "'Esta generación mala y adúltera busca una señal, mas no se le dará sino la señal de Jonás'. Y dejándolos se fue".(15) 

Luego tomar por un acontecimiento extraordinario aquello que a los ojos de un hindú ortodoxo no es más que la consecuencia de la degeneración cíclica (el descenso del Avatâra que tiene por meta esencial la restauración en cierta medida del orden y la conservación de aquello que puede ser conservado (haciendo las adaptaciones necesarias) surge de la más extraordinaria de las confusiones, pues el "mundo" que todavía "no ha tenido necesidad" de un Avatâra "que tome forma humana" ¿no será, por el hecho de su menor alejamiento del centro supremo, superior al nuestro? 

Puesto que hemos sido impulsados a hablar de la manifestación del Avatâra "en forma humana", recordaremos que el primero de entre ellos en "revestir esta forma" fue, según la tradición hindú, "Vamana", y que este "descenso" tuvo lugar durante el Trêta-Yuga. Pero si bien la tradición hindú vincula a Vamana como también a Parashu-Râma con la casta sacerdotal, es muy significativo que Râma-Chandra y Krishna, los dos "Avatâras siguientes", sean "descendientes" de la casta de los Kshatriyas;(16) el Cristo es igualmente "originario" como todos saben, de la tribu real de David. Este "nacimiento" de los Avatâras en la casta de los Kshatriyas nos parece que indica el descenso cíclico, y el Avatâra "toma forzosamente en cuenta" esta "involución" a la hora de salvar lo que puede ser salvado de la Tradición y restaurar aquello que es posible restaurar. Cuanto más avanza el ciclo más velada está la verdad, y por poco que uno sea honesto tendrá que reconocer que todo lo que se refiere a la metafísica está todavía expresado de manera muy clara en la Bhagavad-Gita(17) mientras que en este tema, lo menos que puede decirse es que el Evangelio es mucho más discreto; es entonces necesario, cuando se estudian las diferentes tradiciones, tener en cuenta la época en que fueron "reveladas" pero también el "orden" en el que tuvieron lugar dichas revelaciones.(18) 

En relación directa con lo que acabamos de decir, hay que señalar que cuando Cristo "descendió entre nosotros", el Kali-Yuga había comenzado hacía ya mucho tiempo,(19) pues Jesús, que podemos asimilar al Mleccha-Avatâra, es el único Avatâra que ha aparecido durante el Kali-Yuga es decir en una época donde los hombres estaban ya muy alejados de la Tradición Primordial, lo que explica ciertas "singularidades" que algunos encuentran extraordinarias. 

Decíamos que el descenso del Principio en el mundo manifestado era necesario por el descenso cíclico, pero a propósito de este y del oscurecimiento resultante, es útil recordar las citas que hace R. Guénon al respecto: "Por otra parte, hay que señalar que el oscurecimiento no se produce de manera súbita y de una vez para siempre, pues tras la pérdida del estado primordial ha habido diversas etapas sucesivas, correspondientes a otras tantas fases o épocas en el desarrollo del ciclo humano; y la 'pérdida' de la que hablamos puede también representar para cada una de esas etapas un simbolismo similar, siendo siempre aplicable en sus diferentes grados. Esto puede resumirse de la siguiente manera; lo que se ha perdido en un primer momento ha sido substituido por algo que debía ocupar su lugar en la medida de lo posible, pero que, a su vez, fue también perdido, por lo que han sido necesarias otras substituciones. Esto se puede aplicar especialmente a la constitución de centros espirituales secundarios cuando el centro supremo fue ocultado a las miradas de la humanidad, al menos considerada en su conjunto y en tanto se trata de hombres ordinarios o 'medios', pues hay siempre necesariamente casos excepcionales, sin los cuales toda comunicación estaría rota, y la espiritualidad misma en todos sus grados habría desaparecido totalmente. Puede decirse también que las formas tradicionales particulares, que corresponden precisamente a los centros secundarios de los que acabamos de hablar, son sustituciones más o menos veladas de la tradición primordial perdida, o más bien ocultada, substitutos adaptados a las condiciones de las diferentes edades; y, ya se trate de centros o de tradiciones, la cosa substituida es como un reflejo, directo o indirecto, próximo o lejano, según los casos, de lo que se ha perdido."(20) 

Estando ligada la Encarnación a la historia del mundo, es forzoso constatar que, habiendo tenido lugar el descenso de Cristo hace tan solo dos mil años aproximadamente, los hombres de esta época estaban ya muy alejados del Centro Supremo (con más razón los de hoy en día). Ahora bien las revelaciones monoteístas son por otra parte una consecuencia de esta degradación cíclica y el hecho de que estas tradiciones separen el aspecto esotérico del aspecto exotérico indica, según nosotros, que ya no cualquiera puede "contemplar directamente la luz",(21) incluso si el exoterismo para los que participan de él, sea, como lo señala R. Guénon, un vínculo con el Principio "aun cuando no tengan ni pudieran tener conciencia efectiva de él".(22) Hace falta, entonces, que el Avatâra, al hacer las adaptaciones debidas al descenso cíclico y al salvar por eso mismo lo que puede ser salvado, "tome en cuenta" todos estos elementos, lo que no puede dejar de hacer pues siendo Hombre Universal sabe cuán lentos en comprender se han vuelto los hombres de este tiempo. 

Con respecto al descenso que en el exoterismo iba a conocer providencialmente el Cristianismo, hubo en él desde el origen (debiendo estar contenidas todas las posibilidades en el germen desde el principio de cualquier tradición que sea) la presencia de un elemento sentimental. Señalaremos que incluso en el dominio esotérico y especialmente en las organizaciones iniciáticas específicamente cristianas se encontraba igualmente un elemento sentimental, pero en lugar de dejarse "encerrar" por este elemento el iniciado lo utilizaba como soporte para su realización. 

Precisemos esta noción del elemento sentimental citando de nuevo a R. Guénon: "La influencia del elemento sentimental daña de modo evidente la pureza intelectual de la doctrina, y representa, en suma, hay que decirlo, una decadencia con respecto al pensamiento metafísico, decadencia que por otra parte allí donde se ha producido principal y generalmente, es decir en el mundo occidental, fue en cierto modo inevitable y hasta necesaria en un sentido, si la doctrina tenía que adaptarse a la mentalidad de los hombres a los que se dirigía y en los que predominaba el sentimiento sobre la inteligencia, predominio que alcanzó su más alto grado en los tiempos modernos. Sea lo que fuere no es menos cierto que el sentimiento no es más que relatividad y contingencia, y que una doctrina que se dirige a él y sobre la cual él reacciona no puede ser ella misma sino relativa y contingente; y esto puede observarse especialmente a propósito de la necesidad de 'consolaciones' lo que responde en gran parte al punto de vista religioso. La verdad, por sí misma, no tiene por qué ser consoladora; si alguien la encuentra así, tanto mejor para él, es cierto, pero el consuelo que experimenta no viene de la doctrina, no viene más que de él mismo y de las disposiciones particulares de su propia sentimentalidad. Por el contrario, una doctrina que se adapta a las exigencias del ser sentimental, y que debe por lo tanto revestirse ella misma de una forma sentimental, no puede ser ya identificada a la verdad absoluta y total; la alteración profunda que produce en ella la entrada de un principio consolador es correlativa con un desfallecimiento intelectual de la colectividad humana a la cual se dirige. Por otro lado, de ahí nace la diversidad profunda de los dogmas religiosos, que acarrea su incompatibilidad, porque mientras que la inteligencia es una, y la verdad en la medida en que es comprendida no puede ser más que de una manera, la sentimentalidad es diversa, y la religión que tienda a satisfacerla deberá esforzarse por adaptarse lo mejor posible a sus modos múltiples, que son variables según las razas y las épocas"(23) 

Conviene especificar, siempre apoyándonos en R. Guénon, que una religión se compone de tres elementos que son: un dogma, una moral y un culto, el primero de estos tres elementos formando la parte intelectual de la religión; acerca del dogma R. Guénon precisa: "Para volver a la cuestión que nos ocupa, recordaremos que ya indicamos lo que distingue, de forma más esencial, una doctrina metafísica de un dogma religioso: mientras que el punto de vista metafísico es puramente intelectual, el punto de vista religioso implica, como característica fundamental, la presencia de un elemento sentimental que influye sobre la misma doctrina y que no le permite conservar la actitud de una especulación puramente desinteresada."(24) 

Ya que acabamos de citar ampliamente a R. Guénon recordemos siguiéndole que la "finalidad" de la practica exotérica es la obtención de la salvación, que no hay que confundir con la Liberación; la religión se propone mantener el ser en las prolongaciones del estado humano, que es un estado central, por una duración indefinida, tratándose de un estado póstumo que no puede ser más que individual. Ahora bien, todo el mundo sabe que la Encarnación del Verbo es uno de los artículos de fe del Credo, y, como el dogma, que acabamos de verlo, comporta un elemento sentimental, es evidente que "El Verbo que se hace carne" es un dogma perfectamente adaptado a la naturaleza profundamente sentimental del hombre occidental. El exoterista en efecto, tan solo podrá "ver" de Cristo Su manifestación corporal y por consiguiente individual y no podrá concebir, por ejemplo, el significado de "las dos naturalezas" del Cristo las cuales la propia Iglesia nos dice que se trata de un misterio; incluso la simple expresión "plenamente hombre" no tendrá el mismo significado para el exoterista que para el esoterista, quien por su parte se dedicará a comprender lo que se entiende por plenamente. Pero, teniendo el exoterista "a su disposición" ­si se nos permite esta expresión- la naturaleza humana de Cristo y poseyendo él mismo una naturaleza humana, tendrá al menos "algo" que le permita en cierto modo "identificarse" con Cristo porque ¿qué es lo que le hubiera ocurrido al hombre occidental, y sobre todo al hombre occidental de hoy día, teniendo en cuenta su dificultad para concebir la realidad de otro modo que no sea por medio de una forma, si el Cristo se hubiera declarado abiertamente no-nacido? 

Puesto que acabamos de "evocar" lo no-nacido, nos parece claro que una afirmación como que "El Verbo se ha hecho carne" se inscribe dentro de una perspectiva de descenso cíclico, pues los hombres de otra época no tuvieron en modo alguno necesidad de tal afirmación ya que para ellos el Verbo "era" ante todo "otra cosa" que el cuerpo. 

Tal afirmación no hubiera tenido pues ninguna razón de ser en otro período cíclico que no fuese el Kali-Yuga; se concebirá igualmente que, perteneciendo el cuerpo a la manifestación grosera, no vemos cómo sería posible, ni siquiera para el Principio, "descender" aún más. 

Este descenso es, a nuestro parecer y como lo hemos dicho más arriba, el último "antepecho" para no errar. 

Un dogma como el de la Encarnación también ha permitido "absorber" el exceso de sentimentalismo occidental, exceso hoy día llevado al extremo. Así, R. Guénon se preguntaba si la exaltación "del sufrimiento es verdaderamente inherente a la forma especial de la tradición cristiana, o sí más bien no le ha sido 'sobreimpuesta' de alguna manera por las tendencias naturales del temperamento occidental"(25) y, si comparamos por ejemplo el Rostro(26) del Cristo crucificado tal y como se representaba en la Edad Media y las representaciones que se han podido hacer más tarde, podemos preguntarnos cómo habría podido integrarse esa exacerbación del sufrimiento sin que la noción de Encarnación fuera tan importante a los ojos de la mayoría de los católicos. Vamos a detenernos sobre esta noción de sufrimiento y por extensión sobre la de muerte (puesto que para la mayoría de los hombres de hoy día es la mayor de las angustias y en consecuencia de los sufrimientos) ya que por un lado, esta última está directamente ligada a la Encarnación y por otro el problema del sufrimiento parece ser una verdadera piedra angular, especialmente para los miles de católicos de nuestros días. 

Consideraremos pues, tres puntos de vista que nos permitirán quizás entender mejor como es posible abordar estas cuestiones partiendo del punto de vista exotérico hasta llegar al punto de vista metafísico. 

Estando vinculados el sufrimiento y la muerte al punto de vista individual, el exoterista, cuyas preocupaciones no podrían ir más allá del dominio de la individualidad, podrá, apoyándose en los sufrimientos de Cristo, soportar mejor los suyos propios sean éstos físicos o morales. Viendo o más exactamente pudiendo ver de Cristo solamente su naturaleza humana el exoterista podrá por medio de sus adversidades identificarse en cierto modo con Cristo; por lo demás el hecho de que Cristo "haya muerto" debería igualmente permitir a todo católico aceptar la suya propia. Este punto de vista está estrechamente ligado a la Encarnación pues es evidente que es la individualidad la que sufre y especialmente el cuerpo; se comprenderá entonces que haya habido para la mayoría de los hombres del Kali-Yuga la necesidad de un dogma como el de la Encarnación, ya que como decíamos más arriba ¿qué les habría pasado a los exoteristas cuyo horizonte está limitado a la esfera individual si Cristo se hubiera declarado no-nacido? Y ¿cómo habrían podido soportar "las adversidades de la vida" y la última prueba si uno de los "aspectos" de Cristo no les hubiera permitido una cierta identificación aunque sea con la forma más grosera de todas? 

El segundo punto de vista que consideraremos será el del iniciado, que podrá, "apoyándose" en la Pasión de Cristo, transponer esta noción de sufrimiento y muerte, y vislumbrará la Pasión como el camino que lleva a la segunda muerte y así a la restauración del estado primordial, y es el tiempo de la Cuaresma el que podría, entre otros, servirle de soporte privilegiado.(27) Este período de cuarenta días cuya duración evoca, entre otras cosas el retorno al paraíso terrestre, comienza el miércoles de ceniza; ahora bien la cruz trazada entonces por el sacerdote en la frente de los fieles indica que la "finalidad" de este tiempo de Cuaresma no es otra que el estado de Rosa-Cruz ya que el representante del clero signa a los fieles en el lugar del ojo que reduce todo a cenizas.(28) 

El Cristo, que no tiene evidentemente nada que realizar, pero que nos muestra el camino que debemos seguir, nos indica con su muerte en la cruz que debemos morir primero a nosotros mismos; y esto corresponderá entonces, para el iniciado, a la restauración del estado primordial. El iniciado deberá pues, morir a sí mismo, o dicho de otro modo morir antes de morir; se tratará pues de la "muerte" del ego y dicha muerte será una identificación efectiva con el Cristo muerto en la cruz; esta muerte de Cristo (quien no tiene, lo repetimos de nuevo, nada que realizar, pero nos muestra el camino) corresponderá al acabamiento de los "pequeños misterios" acabamiento que "precederá" al tercer nacimiento (resurrección), "desembocando en la realización de los estados supra-individuales" (ascensión). Ahora bien, es notable que durante el último periodo de la Cuaresma y más exactamente a partir de lo que se llamaba el domingo de la Pasión, antes del Vaticano II, las estatuas y la cruz están veladas, indicando al iniciado que debe ir más allá del mundo de las formas y del cambio y que él debe también "sacrificarse", y "dominar las condiciones de la existencia en este mundo."(29) Esto nos parece ser uno de los puntos de vista de vista posibles para el iniciado y un modo de trasponer la liturgia y el rito exotérico desde un punto de vista iniciático y tomarlos como soporte. 

En cuanto al punto de vista metafísico, hay que recordar en primer lugar que no puede haber ningún grado espiritual superior al del Yogui, al del Hombre Universal, o al de aquél que ha realizado efectivamente la Identidad Suprema. La diferencia que puede simplemente existir es una diferencia de función, y en el caso del Avatâra interviene sobre todo la noción de realización descendente. El Hombre Universal que es el Cristo "posee" entonces efectivamente dicho estado y, por supuesto todos los demás estados cualesquiera que sean, comprendido el estado humano en toda su plenitud, pero el Hombre Universal no podrá caer en la ilusión de identificarse con cualquier estado que fuere ya que como lo subraya R. Guénon, "es sin cualidades (distintas) y sin acción; imperecedero (akshara, no sujeto a la disolución que no puede actuar más que sobre lo múltiple), sin volición (aplicada a un acto definido o a circunstancias determinadas), lleno de beatitud, inmutable, sin forma, eternamente libre y puro (puesto que no puede ser constreñido ni alcanzado ni afectado de manera alguna por otro que él mismo, ya que ese otro no existe, o al menos no tiene más que una existencia ilusoria, en tanto que él mismo está en la realidad absoluta)Aquél que ha hecho el peregrinaje de su propio 'sí mismo', un peregrinaje en el cual no hay nada que concierna a la situación, al lugar o al tiempo (ni a ninguna circunstancia o situación particular), que está en todas partes (y siempre en la inmutabilidad del 'eterno presente'), en el cual no se experimentan ni el calor ni el frío (así como ninguna otra impresión sensible o mental), que procura una felicidad permanente y una liberación definitiva de todo problema (o de toda modificación), ése es no actuante, conoce todas las cosas (en Brahma) y obtiene la Eterna Beatitud".(30) 

Esta cita debería permitir concebir que si Cristo ha asumido plenamente la naturaleza humana no se ha podido identificar con esta última ya que ésta no existe más que de forma ilusoria; cada uno podrá entonces sacar las conclusiones que se imponen en cuanto al sufrimiento, si este se considera desde un punto de vista metafísico, y tal vez no será inútil recordar aquí para terminar con este punto, que Sri Ramana Maharshi afirmaba también que el sufrimiento duraría hasta que el sentido del ego no hubiera desaparecido,(31) y a menos de admitir que éste ha sido el caso de Cristo, se hace de él un hombre ordinario. Cada uno deberá tratar de reflexionar si le es posible al "Hombre Universal" sufrir, siempre y cuando sea efectivamente el Hombre Universal.(32) 

Un último punto que quisiéramos nombrar, es el vínculo que existe entre el dogma y la constitución de la Iglesia. A propósito de esto R. Guénon dice: "Por otra parte si el dogma no existe en todas partes, es porque, incluso en el orden exotérico, no tiene la misma razón de ser que en Occidente; Hay personas que para no 'divagar' en el sentido etimológico de la palabra, tienen necesidad de estar estrictamente bajo tutela, mientras que hay otras que no tienen ninguna necesidad; el dogma solo es necesario para las primeras y no para las segundas, al igual que, por tomar otro ejemplo algo distinto, la prohibición de imágenes sólo es necesaria para los pueblos que por sus tendencias naturales, tienden a un cierto antropomorfismo; y sin duda podríamos mostrar fácilmente que el dogma es solidario con la forma especial de una organización tradicional que representa la constitución de una 'Iglesia', que es también algo específicamente occidental".(33) 

Si llamamos la atención sobre el nexo que une el dogma y la constitución de una Iglesia, es porque podemos leer a veces que es tan extraordinario el hecho de que el Verbo se haya hecho carne como el tener una organización religiosa tal como la Iglesia. Ahora bien, nos preguntamos qué le habría pasado al Catolicismo si el dogma no hubiera sido afirmado tal cual es, y especialmente en cuanto a lo que se refiere a la Encarnación; asimismo nos preguntamos lo que le habría pasado al mismo Catolicismo si, en lugar de una organización "centralizada", la autoridad se encontrase en manos del Episcopado, como en el caso de la Iglesia Ortodoxa; pensemos en la "cualidad" de los miembros del que tenemos en Francia y, sin gran temor a equivocarnos, pensamos que no habría más que "grupitos" que quizás afirmaran pertenecer al Catolicismo, pero que ya no tendrían gran cosa que ver con él en cuanto al "depósito revelado" y a su comprensión. Es por ello que, más que encontrar extraordinaria una organización como la de la Iglesia o entusiasmarse por tal dogma o tal otro, mejor haríamos preguntándonos, ya que insistimos sobre el carácter único de lo que acabamos de evocar, si todo esto no es debido sencillamente a la mediocridad y a la descalificación generales del ámbito occidental; y las tendencias sociomoralizantes actuales, incluso en medios con pretensión esotérica, que no son más que la consecuencia de este sentimentalismo del que hemos estado hablando, no hacen más que confirmar la inaptitud de este medio para la mínima concepción metafísica, y por lo mismo la necesidad de afirmar con tanta fuerza que el Verbo se ha hecho carne. 

Al principio de nuestras reflexiones citábamos al Maestro Eckhart atrayendo la atención del lector sobre la "visión" que tenía del Cristianismo; para nuestra conclusión es nuevamente al Maestro renano y a R. Guénon a quienes recurriremos: "Ahora bien, decimos que Dios, mientras que él sea 'Dios', no es el fin último de la criatura; riqueza tan grande tiene en Dios la menor criatura. Y si se encuentra que una mosca tiene inteligencia y puede inteligentemente escrutar el Abismo eterno del ser divino de donde ella ha salido, diremos que Dios, con todo lo que hace que él sea 'Dios', no podría colmar ni satisfacer a la mosca. Por esta razón rogamos a Dios que nos desprenda de Dios y que nos prenda de la Verdad y de gozar eternamente allí donde los ángeles más elevados y la mosca y el alma son iguales, allí donde me encontraba y quería lo que era y era lo que quería. Decíamos pues: aunque el hombre se vuelva pobre de voluntad, debe querer y desear tan poco como quería y deseaba cuando no era. Y de este modo es pobre el hombre que no quiere nada."(34) 

Esto que afirma el Maestro Eckhart debe relacionarse con lo que escribía por su parte R. Guénon: "Se deduce de lo precedente que la libertad absoluta no puede realizarse más que por la completa universalización: la libertad será 'autodeterminación' en tanto que coextensiva al Ser, e 'indeterminación' más allá del Ser. Mientras que una libertad relativa pertenece a todo ser bajo cualquier condición, la libertad absoluta no puede pertenecer más que al ser liberado de las condiciones de la existencia manifestada, individual o incluso supra-individual y convertido en absolutamente 'uno' habiendo alcanzado el grado del Ser puro, o 'sin-dualidad' si su realización sobrepasa al Ser. Es entonces, pero sólo entonces, cuando podemos hablar del ser 'que es para sí mismo su propia ley', porque este ser es plenamente idéntico a su razón suficiente, que es a la vez su origen principial y su destino final".(35) 

¿No restituyen aquí el Maestro Eckhart y R. Guénon todo su sentido a la palabra católico, palabra cuya etimología significa, como bien se sabe, Universal?, y sí concebimos realmente de lo que se trata cuando se utiliza la palabra "Universal", ¿no aparece la Encarnación como el aspecto más exterior del Catolicismo?

Traducción: Patricia Sardá 
 
Antología
 
NOTAS
1. Maestro Eckhart: Del Desapego y otros textos. Esta obra está publicada en Rivages poche/Petite Bibliothèque, traducida y presentada por Gwendoline Jarczyk y Pierre-Jean Labarrière. 

2. Señalaremos que el Maestro Eckhart y Dante fueron contemporáneos y que cada uno de ellos de forma "diferente", nos entrega, de algún modo, un testamento. Por otra parte para uno y otro el Santo Imperio tuvo una importancia real; por la obra de Dante se sabe cuánta importancia le daba, pero a menudo se omite recordar que allí nació el Maestro Eckhart. Por fin se sabe que estas dos individualidades tuvieron con el Papado "algunas dificultades y molestias". 

3. R. Guénon: Apreciaciones sobre la iniciación cap. XLVIII. 

4. R. Guénon: El Simbolismo de la Cruz cap. XXVII. 

5. Ver en particular el capítulo LXXIII de Símbolos fundamentales de la Ciencia sagrada

6. R. Guénon: Símbolos fundamentales de la Ciencia sagrada cap. XXII. 

7. San Juan cap. VI, 51. Notaremos que hay aquí una alusión a "la realización descendente", y es interesante que el Cristo en el mismo capítulo versículo 62, señale igualmente a sus discípulos que murmuraban, "¿Esto os escandaliza? ¿Y cuando veáis al Hijo del hombre subir a donde estaba antes?" 

8. Conocemos lo suficiente la India como para poder afirmar que no hay nada en esto que acabamos de decir que pueda "sorprender" a un hindú ortodoxo y tenemos incluso buenas razones para pensar que por el contrario, el "medio ortodoxo" hindú estaría totalmente de acuerdo con esta afirmación. No haría falta precisar que cuando hablamos de la misión de Jesús, es para poner de relieve el papel que tiene para el mundo terrestre la manifestación del Avatâra; siendo el Cristo-Principio como lo señalan los textos hindúes, el "germen eterno". 

9. Elie Lemoine: Theologia sine metaphysica nihil, cap. III. 

10. La expresión religiosa "Hijo único" parece poder trasponerse por poco que no limitemos al nivel religioso a este Principio único del cual hablábamos, señalemos que el Maestro Eckhart traduce de forma siguiente el final del versículo 14 del Prólogo de San Juan: "Y hemos visto su gloria, una gloria tal y como es la gloria del Único engendrado por el Padre"; relacionaremos entonces este "Único engendrado" al Principio único o también al "germen". Veamos el texto latino del final del versículo 14: "Et vidimus gloriam ejus, gloriam quasi Unigeniti a Patre" que la Vulgata expresa así: "Y hemos visto su gloria como la gloria que un Hijo único recibe de su Padre..." 

11. R. Guénon: La crisis del mundo moderno, cap. I. 

12. Podremos, entre otros, referirnos al Evangelio de San Lucas y particularmente al episodio que relata el nacimiento de Cristo en el cual el Ángel anuncia el nacimiento del Salvador, y la Iglesia misma habla del Salvador del mundo. Uno de los antiguos A Magnificat que se cantaba "antaño" al final de las segundas Vísperas de la Navidad afirmaba: "Hoy, el Cristo ha nacido; hoy el Salvador ha aparecido" 

13. El subrayado es nuestro. 

14. R. Guénon: Símbolos Fundamentales de la Ciencia Sagrada, cap. XXII. 

15. San Mateo cap. XVI, 4. 

Conviene considerar que las palabras del Señor revisten, como la mayor parte entre ellas, múltiples sentidos; esta generación es pues para nosotros la del Kali-Yuga y, podríamos establecer bastantes relaciones entre Jonás y el segundo advenimiento de Cristo; así, estas palabras son para tomarlas como una verdadera advertencia a esta generación mala y adúltera. 

16. Señalaremos por otra parte que la Bhagavad-Gita, que relata la "gesta" de Krishna, es el libro de los Kshatriyas. 

17. En el capítulo X, versículo 3, esta nos dice: "Quien me conozca como no-nacido, sin principio, Soberano de todos los mundos, sin ilusión entre los hombres, deviene libre de toda falta". 

18. Es evidente que, si no se tiene en cuenta este "orden", no se puede comprender que el Hinduismo y el Islam tengan un papel particular que viene de que uno es la herencia más directa de la Tradición primordial, mientras que el otro es el "sello de la Profecía". 

19. Se afirma por otra parte en la India que los monoteísmos son tradiciones completamente adaptadas al Kali-Yuga. 

20. R. Guénon: Estudios sobre la Masonería y el Compagnonnage tomo II ("Palabra perdida y términos sustituidos"). 

21. R. Guénon: Sobre el esoterismo islámico y el Taoísmo, cap. II. 

22. Ibid. 

23. R. Guénon: Introducción General al Estudio del las Doctrinas Hindúes segunda parte, cap. VI. 

24. Ibid. 

25. R. Guénon: Apreciaciones sobre la Iniciación cap. XXV. 

26. Notemos que es el Concilio de Nicea quien autorizó la "representación" y la veneración del Rostro de Cristo; el hecho de representar al Cristo con un rostro que revela el sufrimiento de manera exagerada es una de las consecuencias del descenso cíclico, y esto da más importancia a la naturaleza humana del Señor, en detrimento de la naturaleza divina, estando aquélla hoy más que nunca "puesta en evidencia" hasta tal punto que podemos preguntarnos a veces lo que "queda" de ésta. 

27. El lector notará que si nos apoyamos en el exoterismo, es únicamente desde la perspectiva indicada por R. Guénon y que es la siguiente: "En efecto, donde quiera que existan iniciaciones que pertenecen especialmente a una forma tradicional determinada, y tomando como base el exoterismo de ésta, los ritos exotéricos pueden, para aquellos que han recibido tal iniciación, ser transpuestos de alguna manera a otro orden, en el sentido de que servirán como soporte para el trabajo iniciático mismo, y por consiguiente, para ellos, los efectos ya no estarán limitados sólo al orden exotérico como lo están para la mayoría de los adheridos a la misma forma tradicional; esto es así, tanto para el Cristianismo como para cualquier otra tradición, desde que hay o hubo una iniciación propiamente cristiana. Queda claro que, lejos esto de dispensar de la iniciación regular o de poder reemplazarla, este uso iniciático de los ritos exotéricos la presupone esencialmente, por el contrario, como la condición necesaria de su misma posibilidad, condición que las cualificaciones más excepcionales no podrían suplir, y sin la cual todo lo que sobrepase el nivel ordinario no puede ir más allá del misticismo, es decir de algo que, en realidad, no proviene más que del exoterismo religioso". (Sobre el esoterismo cristiano, cap. II). 

28. Notaremos que si los fieles son señalados en la frente, el clero es señalado en la cabeza cuando el rito se efectúa normalmente y más específicamente en el lugar de sahasrâra; hay que ver allí un recuerdo de los lazos que hay entre el sacerdocio y los "grandes misterios", pero evidentemente esto ya no es actualmente más que un rito religioso, no siendo ya la ordenación misma más que, como lo indica R. Guénon, una exteriorización de la iniciación sacerdotal. 

29. Para esta cuestión ver R. Guénon: Sobre el esoterismo cristiano cap. V. 

30. R. Guénon: El hombre y su devenir según el Vêdânta. Debemos señalar que si esta cita corresponde al estado espiritual de Cristo en tanto que él es el Hombre Universal, no ha tenido Cristo nada que realizar a partir del estado humano, porque Su función de Avatâra presupone que la Identidad Suprema está realizada. 

31. Ver L'Enseignement de Ramana Maharshi, prólogo de J. Herbert, publicado por Albin Michel. 

32. Podríamos decir cuando la Iglesia afirma que Cristo fue "plenamente hombre" esto corresponde al hecho de que Cristo es igualmente "hombre primordial", ya que lo menos está forzosamente contenido en lo más, y el "hombre primordial", que engloba todos los aspectos de la humanidad, es quien puede igualmente redimirla en su totalidad. 

33. R. Guénon: Iniciación y realización espiritual, cap. XVII. 

34. Maestro Eckhart: Du détachement et autres textes. Esta obra está publicada por Rivages poche/ Petite Bibliothèque, traducida y presentada por Gwendoline Jarczyk y Pierre-Jean Labarrière. 

35. R. Guénon: Los Estados Múltiples del Ser, cap. XVIII. Podemos preguntarnos si los que reprochan a R. Guénon no haber leído al Maestro Eckhart, han leído y comprendido bien por su parte lo que R. Guénon ha escrito... Leyendo a ciertos autores, se puede tener las mayores dudas.