1 Habiendo
pronunciado estas palabras, Isis, antes que nada, escancia a Horus el dulce
néctar
de ambrosía que las almas acostumbran recibir de los dioses, y en
ese momento, Isis comienza su sacratísimo
discurso.
2 "Puesto
que el cielo de numerosos círculos, hijo mío, está por
encima de toda la naturaleza de las cosas de abajo y en ninguna parte carece
de nada de lo que actualmente contiene el mundo en su totalidad, es de
todo punto necesario que por las cosas situadas en lo alto haya sido organizada
en su conjunto y poblada de seres la totalidad de la naturaleza: pues las
cosas inferiores son a buen seguro incapaces de organizar el mundo de arriba.
Por ello es una necesidad que a los misterios más poderosos cedan
los inferiores. Más poderoso entonces que las cosas de abajo es
el sistema de los cuerpos celestes, y absolutamente inmutable, y no cae
bajo los sentidos de la inteligencia de los seres mortales.
3 De ahí que
las cosas inferiores gimieran, presas de temor, a causa de la maravillosa
belleza y eterna permanencia de las cosas de arriba. Pues había
allí qué contemplar y de qué estremecerse a la vez,
al ver la belleza del cielo ofreciéndose como una representación
del Dios aún desconocido; la suntuosa majestad de la noche, que
se unía a una luz más débil que la del sol, pero aún
viva, y otros misterios en movimiento cada cual a su vez en el cielo, dando
orden y crecimiento según mociones y períodos regulados de
tiempo, por medio de ciertos efluvios secretos, al conjunto de las cosas
de abajo.
Y así el temor
renacía siempre, eran búsquedas indecibles; 4 y en
tanto que el Artesano del Universo persistía en su rechazo, la Ignorancia
envolvía el mundo entero. Pero cuando hubo decidido revelarse tal
cual es, inspiró a unos dioses impulsos de amor, y distribuyó más
ampliamente en sus inteligencias la luz que tenía en su seno, para
que tuviesen primero la voluntad de buscar, después el deseo de
encontrar, y por último también el poder de conseguirlo.
5 Pues bien,
hijo mío, Horus maravilloso, no es en un ser de raza mortal donde
ello hubiera podido producirse de hecho ni siquiera existían
aún, sino en un alma que poseyera el lazo de simpatía
con los misterios del cielo: he ahí lo que era Hermes, quien todo
conoció. Vio el conjunto de las cosas y, habiendo visto, comprendió;
y, habiendo comprendido, tuvo el poder de revelar y enseñar. En
efecto, las cosas que conoció las grabó y, habiéndolas
grabado, las ocultó, prefiriendo, acerca de la mayoría de
ellas, guardar firme silencio antes que hablar, a fin de que tuviera que
buscarlas toda generación nacida después del mundo. 6 Se
disponía entonces Hermes a ascender hacia los astros para escoltar
a los dioses, sus primos. No obstante, dejaba por sucesores a Tat, a la
vez su hijo y heredero de sus enseñanzas, luego, poco después,
a Asclepio Imuthés, según los designios de Ptah-Hefaistos,
y a otros también, a todos aquellos que, por voluntad de la Providencia
reina de todas las cosas, debían hacer una investigación
exacta y concienzuda de la doctrina celeste. 7 Estaba pues Hermes
a punto de decir en su defensa, delante del espacio circundante, que ni
siquiera había entregado la doctrina íntegra a su hijo, en
vista de la aún corta edad de éste, cuando, habiéndose
levantado el día, como con sus ojos, que todo lo ven, contemplaba
el Oriente, percibió algo todavía indistinto; y, a medida
que lo examinaba, lentamente, sí, pero al fin, le llegó la
decisión precisa de depositar los símbolos sagrados de los
elementos cósmicos junto a los objetos secretos de Osiris, y luego,
después de haber orado y pronunciando ciertas palabras, de ascender
al cielo.
8 Mas no conviene,
hijo mío, que deje este relato incompleto: he de referir todo cuanto
Hermes dijo en el momento de depositar los libros. Habló pues así: "Oh
libros sagrados que fuisteis escritos por mis manos imperecederas, vosotros
sobre los que, habiéndoos ungido con el ungüento de inmortalidad,
tengo todo poder, permaneced, a través de todos los tiempos, imputrescibles
e incorruptibles, sin que os vea ni descubra ninguno de aquellos que habrán
de recorrer las planicies de esta tierra, hasta el día en que el
cielo envejecido de a luz organismos dignos de vosotros, aquellos que el
Creador ha llamado Almas". Tras haberse dirigido de este modo a los
libros y efectuado una plegaria a sus propias obras, penetra en el sagrado
recinto por los lugares que le pertenecen.
9 Bastante tiempo
había durado sin embargo el intervalo de inactividad y encubrimiento;
y la naturaleza, hijo mío, continuaba siendo estéril, hasta
que aquéllos que ya desde ese momento habían recibido la
orden de recorrer el círculo del cielo, habiéndose presentado
por sí mismos ante el Dios Rey del universo, le expusieron la inercia
de los seres, y que era preciso organizar todo el conjunto de las cosas,
y que esta empresa a ningún otro pertenecía sino sólo
a él: "Te suplicamos", decían, "considera
lo que actualmente existe y qué es lo que aún necesita para
el futuro". 10 Sonrió Dios ante estas palabras y dijo: "¡Que
Naturaleza sea!", y un objeto femenino de inmensa belleza brotó de
su voz, viendo lo cual los dioses quedaron estupefactos y el
Dios Primer Padre lo honró con el nombre de Naturaleza, y
le ordenó ser fecunda. 11 Y he aquí aún las
palabras que pronunció, fijando con la mirada el espacio circundante: "¡Que
se colme el cielo de toda cosa, y el aire así como el éter!".
Dios lo dijo, y fue. 12 Entonces, habiendo consultado consigo misma,
la Naturaleza conoció que no debía desobedecer el mandato
de su Padre, y, 13 habiéndose unido a Trabajo, concibió una
hija, bella, a la que denominó Invención. A ésta le
otorgó Dios el serlo y, tras ese don, separó las cosas ya
producidas y las llenó de misterios, y a la Inventora de estos misterios
le concedió autoridad sobre ellos.
14 Él
mismo entonces, como quería que el mundo superior no fuese ya inerte,
sino que había decidido saturarlo de espíritus para que,
aún en el detalle, la creación no continuara siendo inmóvil
ni inactiva, púsose a ejercer de artesano con esa intención,
usando de sagradas substancias para la producción de su obra. En
efecto, habiendo tomado de su propia hondura el aliento suficiente y habiéndolo
unido al fuego mediante una mezcla inteligente, lo mezcló removiéndolo
con algunas otras desconocidas. Luego, tras haber unificado este producto,
cada elemento con cada uno de los demás, acompañándose
de ciertas incantaciones secretas, agitó fuertemente toda la mixtura,
hasta que efervesció en la superficie de la mezcla una especie de
materia más sutil, más pura y transparente que los ingredientes
de los que estaba hecha: era translúcida, y sólo el operador
la veía. 15 Y como no se fundía con el calor, ya que
había sido sacada del fuego, ni tampoco se enfriaba una vez llevada
a su término, pues había sido extraída del aliento,
sino que conservaba toda entera, en su naturaleza particular y apropiada,
con su propio tipo y constitución, la composición de la mezcla
que la formaba, inspirándose en el nombre más favorable y
por el hecho de que ella actuaba de modo conforme a ese nombre, Dios denominó precisamente
a esta composición Animación. De esta corteza pues,
hizo nacer Dios, en número adecuado, miríadas de almas, configurando
para su propósito con orden y medida, como diestro artesano, y en
conveniente proporción, la espuma surgida de la mezcla misma, de
suerte que no hubo 16 la menor diferencia entre las almas más
allá de lo necesario, si es cierto que la espuma que esponjaba la
superficie después de que Dios hubo agitado no era por todas partes
la misma, sino que la primera capa era mejor y más densa que la
segunda y completamente más pura, y que la segunda capa, bastante
inferior a la primera, era sin embargo mucho mejor que la tercera. Y así hasta
los sesenta rangos de almas a los que se elevó el número
total una vez completo, con la salvedad al menos de que Dios estableció como
ley que dichas almas serían todas eternas, puesto que provenían
de una substancia única, a la que sólo Dios había
sabido llevar a la perfección. Y les asignó por separado
secciones y lugares en las alturas de la naturaleza celeste, para que hiciesen
girar el cilindro según un orden determinado y una disposición
conveniente, y alegraran a su Padre. 17 Y en ese momento, erguido
sobre el pedestal soberanamente bello del éter, tras haber convocado
a los seres ya existentes, dijo: "Oh almas, hermosas hijas de mi aliento
y mi solicitud, vosotras a las que con mis propias manos he ayudado a nacer,
y que desde ahora consagro a este mundo que me pertenece, seguid como a
leyes éstas mis órdenes, y no os apropiéis de lugar
alguno que no sea el que os atribuyó mi sentencia. Y así,
si os mantenéis serenas, igualmente os aguardará el cielo
de nuevo, y la constelación que os ha sido asignada, así como
los tronos cargados de virtud; pero si cometéis algún acto
de rebelión contra mis voluntades, os juro por mi aliento sagrado,
por esta mezcla de la que os he creado y por estas manos hacedoras de almas,
que no tardaré en forjaros cadenas y suplicios".
18 Habiendo
hablado así, Dios, que es también mi señor, tras haber
mezclado los otros dos elementos congéneres, el agua y la tierra,
e igualmente pronunciado sobre ellos ciertas fórmulas secretas,
todavía poderosas, pero no semejantes a las primeras, y después
de haber agitado bien la mezcla y haberle insuflado una fuerza vivificante,
tomó la corteza que de modo semejante flotaba en la superficie y
se había vuelto de buen color y bien coagulada, y modeló de
ella los signos zodiacales que tienen forma humana. 19 En cuanto
al residuo de la mezcla, lo abandonó a las almas que ya habían
progresado, a esas almas que habían sido invitadas a entrar en las
moradas de los dioses, en los lugares próximos a los astros, donde
los sagrados démones, diciendo: "Cread, hijas mías,
vástagos de mi ser, recibid estos residuos de mi industria, y que
cada una elabore algo que corresponda a su naturaleza: ved, quiero ofreceros
aún estos objetos que os servirán de modelos"; y, retomando
de nuevo la mezcla en sus manos, 20 dispuso con orden y belleza,
haciéndolo concordar con los movimientos anímicos, el ornamento
del zodíaco, después de haber ajustado exactamente, como
complemento a los signos antropomórficos del zodíaco, los
que siguen, es decir, los signos animales, a los que otorgó asimismo
las cualidades activas bien conocidas y un aliento capaz de cualquier arte,
generador de todos los acontecimientos de alcance universal que debían
sucederse por siempre. 21 Y Dios se fue con la promesa de unir a
los productos visibles de las almas el aliento invisible y a cada uno una
substancia de homogénesis, de tal manera que engendre a su vez otros
seres semejantes a él mismo y que aquellas no se vieran más
en la necesidad de producir otra cosa que lo que en primer lugar hubieran
realizado".
22 "¿Qué hicieron
pues las almas, madre mía?"
E Isis dijo: "Habiendo
tomado lo que había sido mezclado de la materia, Horus, hijo mío,
primero intentaban comprenderlo, adoraban la mixtura obra del Padre y se
preguntaban con qué había sido compuesta: sin embargo, no
les era fácil reconocerlo. A decir verdad, tan pronto se dedicaron
a esta investigación, se apoderó de ellas el terror de incurrir
en la cólera del Padre, y regresaron a la ejecución de sus órdenes. 23 Entonces,
de la capa superior de la materia, aquella cuya corteza era extremadamente
ligera, modelaron bellamente la raza de los pájaros; y como mientras
tanto ya la mezcla se había vuelto medio dura y había adquirido
su consistencia sólida, modelaron la raza de los cuadrúpedos,
menos ligera desde luego, y la de los peces, que tiene necesidad de un
complemento húmedo para nadar: finalmente, estando frío lo
restante y siendo ya arrastrado por su peso hacia abajo, las almas produjeron
una nueva especie, la de los reptiles. 24 Y esas almas, hijo mío,
como si hubiesen realizado una proeza, se armaron desde ese momento de
una indiscreta audacia y transgredían los mandatos; abandonaban
ahora sus secciones y estancias propias y no consentían ya en permanecer
en un solo lugar sino que no dejaban de moverse: continuar fijadas a una única
residencia lo consideraban como una muerte.
25 "Pues
bien, hijo mío", dijo Hermes, como si ocupara mi lugar, "este
comportamiento de las almas no escapó tampoco al Señor y
Dios de todo el Universo, y buscaba para ellas un castigo y una cadena
que les fueran penosos de soportar. Y de hecho, plugo al Jefe y Maestro
Soberano de todas las cosas fabricar el organismo del hombre, a fin de
que, en dicho organismo, sufriera la raza de las almas su castigo para
siempre. 26 "Entonces pues, habiéndome convocado," dijo
Hermes, "Dios habló así: 'Oh alma de mi alma, intelecto
sagrado de mi intelecto, 27 ¿hasta cuándo la naturaleza
de abajo seguirá siéndome un espectáculo afligente?, ¿hasta
cuándo las cosas ya creadas permanecerán inertes y sin alabanza?
Vamos, conduce hasta mí a los dioses del cielo, todos, inmediatamente'." Así dijo
Dios, hijo mío, según lo refiere Hermes, y ellos acudieron
al llamamiento: "Volved la mirada", dijo Dios, "sobre la
tierra y todas las cosas de abajo". Observaron aprisa e inmediatamente
comprendieron la voluntad del Príncipe. Y apenas hubo hablado éste
en favor de la creación de los hombres, que ya tomaban conciencia 28 de
lo que podían proporcionar, según los recursos de cada cual,
a los seres que iban a nacer.
El Sol decía: "Resplandeceré aún
más". La Luna prometía iluminar el curso que traza siguiendo
al Sol; añadía que había parido por adelantado al
Terror, el Silencio, el Sueño y la Memoria, que debía carecer
de provecho para los hombres. Explicaba Kronos que desde ese momento se
había convertido en padre de la Justicia y la Necesidad. Zeus decía: "Para
que la raza de los seres que viene no se entregue completamente a la guerra,
he aquí que ya para ellos he engendrado la Fortuna, la Esperanza
y la Paz". Ares, que él era ya padre de la Lucha, la Cólera
y la Querella. Afrodita declaró sin dudar: "Por mi parte, Maestro,
les añadiré el Deseo, la Voluptuosidad y la Risa, para que
las almas emparentadas conmigo, que sufran la condena más penosa,
no sean castigadas más de la cuenta". Se regocijaba Dios, hijo
mío, ante estas palabras de Afrodita. 29 "En cuanto
a mí", dijo Hermes, "no sólo crearé la naturaleza
humana," declaré, "sino que les haré don de Sabiduría,
Templanza, Persuasión y Verdad, y no cesaré de unirme a Invención;
es más, asistiré siempre a la vida mortal de los hombres
nacidos bajo mis signos (pues los signos que me ha atribuido el Padre y
Creador son al menos sensatos e inteligentes), y ello aún más
cuando también el movimiento de los astros que los domine esté en
acuerdo con la fuerza natural de cada cual".
Grande fue la alegría
de Dios, el Maestro del mundo, al oír tales palabras, y ordenó que
la raza de los hombres viera la luz. 30 "Por mi parte," dijo
Hermes, "me preguntaba de qué materia debía servirme,
y llamé en mi ayuda al Monarca. Este ordenó a las almas que
me entregasen el residuo de la mixtura: y, habiéndolo tomado, lo
encontré completamente seco. Empleé entonces para la mixión
una cantidad de agua muy superior a la necesaria para que se refrescase
la composición de la materia, de suerte que el ser modelado fue
del todo lánguido, débil e impotente, para que a la ventaja
de la inteligencia no añadiese también la de la fuerza. Modelé,
la obra resultó bella, y me regocijé a la vista de mi labor;
y, desde abajo, invité al Monarca a contemplarla. La vio y se alegró,
y ordenó que las almas fuesen incorporadas".
31 Ellas entonces,
adquiriendo al principio un aire sombrío ante la noticia de su condena 32 y
tuve entonces la ocasión de admirar también los discursos
de las almas (presta atención, Horus, hijo mío, pues estás
escuchando la doctrina secreta que mi antepasado Kamephis aprendió de
Hermes, el memorialista que relata todos los hechos, <y después
yo> de Kamephis, ancestro de todos nosotros, cuando me honró con
el don del Negro Perfecto, y tú, ahora, de mi boca); 33 pues
bien, hijo maravilloso y lleno de gloria, cuando las almas estaban a punto
de entrar en la prisión de los cuerpos, unas en verdad se contentaban
con gemir y lamentarse de la misma manera que las de las bestias que nacieron
salvajes, y que, libres, habrán de vivir en una desgraciada esclavitud,
arrancadas a su desierto familiar y querido, y tendrán que debatirse,
rebelarse y rehusar obediencia a quienes las domaron, y que, incluso, si
salen airosas de su empeño, darán muerte a quienes las atacan;
otras emitían agudos silbidos a la manera de viejos áspides; 34 pero
otra, tras lanzar un grito estridente y llorar hasta la saciedad antes
de hablar, dirigiendo sin cesar lo que le servía de ojos hacia arriba
y hacia abajo, exclamó: "Cielo, principio de nuestro nacimiento, éter
y aire, manos y sagrado aliento del Dios Monarca, y vosotros, ojos de
los dioses, astros resplandecientes, luz indefectible del sol y la luna,
hermanos de leche surgidos del mismo origen, ¡vosotros todos de quienes
brutalmente separadas sufrimos miserias, y más miserias aún
pues, arrancadas de cosas grandes y brillantes y de la sagrada atmósfera
y el firmamento magnífico y, lo que es más, de la vida bienaventurada
que llevábamos con los dioses, vamos a ser aprisionadas así en
tiendas innobles y viles! 35 ¿Qué cosa tan horrorosa,
infelices, es la que hemos cometido? ¿Qué crimen que merece
estos castigos? ¡Miserables de nosotras, cuántos pecados nos
aguardan! ¡Cuántas acciones habremos de realizar bajo el malvado
impulso de la esperanza, para proveer a las necesidades de un cuerpo lleno
de humores y pronto a disolverse! 36 A las almas, que no pertenecerán
ya a Dios, los ojos no les proporcionarán más que un pequeño
espacio, y como, por esta cosa húmeda y redonda que está en
ellos, no veremos sino completamente pequeño a nuestro propio ancestro
el Cielo, no cesaremos de gemir, y a veces ni siquiera veremos ya más.
[Aquí Orfeo: "Es
del resplandor solar que viene la mirada: los ojos por sí mismos
nada ven".]
Desgraciadas en efecto,
henos aquí condenadas, y en absoluto nos ha sido concedido el don
de la vista, porque, sin la luz, no nos ha sido dado el ejercerlo: no son
estos pues sino emplazamientos para los ojos y no ya los ojos mismos. ¡Y
qué penoso nos será también escuchar a nuestros hermanos
los vientos que soplan en el aire, pues no nos mezclaremos ya a su soplo!
La morada que nos espera, en lugar de este mundo sublime, es el estrecho
volumen del corazón. 37 Y cuando hayamos sido separadas de
las cosas de las que hemos descendido ¡a qué otras!, la pena
nos hará morir. Señor, Padre, Creador, si tan aprisa te has
vuelto indiferente a tus obras, fija para nosotras algunos límites,
considéranos dignas todavía de algunas palabras, por breves
que sean, mientras nuestras miradas aún pueden franquear todo el
espacio del mundo resplandeciente de luz".
38 Fue con éxito,
Horus, hijo mío, que las almas hicieron esta plegaria, pues vino
el Rey y, tomando asiento en el trono de la Verdad, dijo en respuesta a
su demanda:
"Es el Amor, oh
almas, y la Necesidad, quienes reinarán sobre vosotras, pues ellos
son, después de mí, los jefes y capitanes de todas las cosas.
En cuanto a vosotras, almas, en tanto que sirváis a mi poder real
que en absoluto envejece, sabedlo, en tanto continuéis sin pecado,
habitaréis las regiones del cielo. Pero, si entre vosotras llega
a darse algo censurable, hay en un lugar asignado a unas entrañas
mortales que, por mi sentencia de condenación, habitaríais
vosotras también. 39 Si los cargos contra vosotras son mediocres,
cuando hayáis abandonado el lazo perecedero de la carne, de nuevo,
sin lágrimas, saludareis al cielo vuestra patria; pero si os volvéis
capaces de cometer mayores faltas, lejos de obtener el fin que os conviene
una vez libres de los cuerpos, no morareis ya en el cielo, ni tampoco en
cuerpos humanos, sino que en adelante no cesaréis de errar de un
cuerpo animal en otro".
40 Habiendo
hablado así, Horus, hijo mío, Dios a todas dio la gracia
de alientos, tras lo cual, volvió a hablar: "Sin embargo, no
es tampoco según el azar y la ventura como he estatuido los cambios
de vuestro estado, ya que al igual que cambiaréis a peor si cometéis
alguna villanía, también cambiaréis a mejor si tomáis
una resolución digna de vuestro origen: porque yo mismo, y nadie
más, seré vuestro vigilante y vuestro inspector. Reconoced
pues que es por vuestras faltas anteriores que sufrís ahora este
castigo de la incorporación. 41 Así pues, la diversidad
de renacimiento consistirá para vosotras, como ya he dicho, en una
diversidad de cuerpos, y, como antes, la separación del cuerpo será beneficio
y felicidad. Pero vuestro entendimiento quedará cegado si juzgáis
que podéis cometer alguna acción indigna de mí, de
tal manera que pensaréis lo contrario, y sufriréis el castigo
como un beneficio, y el paso a un estado mejor como deshonra y violencia. 42 Las
más justas de entre vosotras, capaces de acoger el cambio que conduce
a lo divino, entrando en cuerpos humanos serán reyes justos, verdaderos
filósofos, fundadores y legisladores < .... >, adivinos por
lo menos verídicos, herboristas auténticos, insignes profetas
de los dioses, músicos experimentados, astrónomos de espíritu
alerta, augures perspicaces, sacrificadores exactos, y toda otra función
excelente de la que sean dignas; entrando en volátiles, serán águilas,
pues éstas no cazarán con grandes gritos a ninguno de sus
congéneres ni se hartarán de su carne, es más, en
su proximidad, ningún animal de otra clase será libre de
maltratar a otro más débil que él, porque el águila,
más atenta a la justicia, lo perseguirá; entrando en cuadrúpedos
serán leones, pues dicho animal está lleno de fuerza, ha
sido dotado de una naturaleza que en cierto modo no necesita del sueño
y, en un cuerpo mortal, se ejercita en la naturaleza inmortal: los leones
efectivamente ni se fatigan ni duermen; entrando en reptiles serán
dragones, pues es un animal vigoroso, de larga vida, sin malicia y en cierta
manera amigo de los hombres: se dejará amansar, no tendrá veneno,
y, cuando haya envejecido, recomenzará una nueva juventud, como
la raza de los dioses; entrando en peces serán delfines, pues estos
animales tendrán piedad de los náufragos del mar: a los que
aún respiren, les transportarán a tierra, pero nunca tocarán
a los muertos a pesar de que la raza de los seres acuáticos deba
ser de todas la más voraz." Habiendo hablado así, Dios
manifiesta su naturaleza de Intelecto incorruptible.
43 En éstas,
Horus, hijo mío, se eleva de la tierra un espíritu lleno
de fuerza, desafiando toda aprehensión tanto por la masa de su cuerpo
como por el poder de su pensamiento, el cual, aun conociendo aquello sobre
lo que interrogaba estaba revestido con un cuerpo de forma humana,
y era bello y de augusta apariencia, pero excesivamente salvaje y terrorífico, cuando
hubo visto a las almas entrar en los cuerpos, dijo: "¿Con qué nombre
se conoce a éstos, Hermes, memorialista de los dioses?". 44 A
la respuesta: "Hombres", "Tú lo has dicho",
contestó, "mi querido Hermes. Obra osada es haber creado al
hombre, ese ser de ojos indiscretos y lengua parlanchina, destinado a oír
lo que en nada le concierne, de olfato inquisidor, y que abusará,
más allá de todos los excesos, de la facultad aprehensiva
del tacto. ¿Es a él a quien has decidido, oh Creador, librar
de toda inquietud, a él, quien, en su audacia, debe contemplar los
hermosos misterios de la naturaleza? ¿Vas a permitirle vivir sin pena,
a él, que llevará sus designios hasta los propios límites
de la tierra? 45 Los hombres arrancarán las raíces
de las plantas y examinarán las cualidades de los jugos. Escrutarán
las naturalezas de las piedras y abrirán en canal a aquellos entre
los vivientes que carecen de razón, ¿qué digo?, disecarán
a sus semejantes, en su deseo de examinar cómo han sido formados.
Tenderán sus audaces manos hasta el mar y, abatiendo los bosques
que crecen por sí mismos, se transportarán unos a otros de
orilla en orilla hasta las tierras que están más allá.
Investigarán incluso qué naturaleza se oculta en lo más
profundo de los santuarios inaccesibles. Perseguirán la realidad
hasta en lo alto, ávidos de aprender mediante sus observaciones
cuál es el orden establecido del movimiento celeste. Y aun esto
es poco. Sí, no queda ya nada sino el punto extremo de la tierra:
pero de esto mismo, por su voluntad, irán a explorar su noche total. 46 ¡Que
no haya ya pues obstáculo alguno para estas gentes, sino que iniciados
en la felicidad de una vida sin pena, no constreñidos por el penoso
aguijón del miedo, gocen en la arrogancia de una suerte libre de
inquietudes! Y entonces, ¿no es acaso hasta el cielo, adonde armados
de una indiscreta audacia van a llegar estos desgraciados? ¿No van
incluso a extender hasta los astros sus almas exentas de zozobra? ¡Enséñales,
por consiguiente, a consumirse de ardor por sus proyectos, para que igualmente
tengan que temer la pena del fracaso, para que sean domados por la mordedura
del pesar cuando sus esperanzas se vean defraudadas! ¡Que los deseos,
los temores, las tristezas y vanas esperanzas burlen el ardor imprudente
de sus corazones! ¡Que sus almas sean consumidas por una continua
sucesión de amores, de esperanzas siempre cambiantes, de deseos
tan pronto satisfechos como decepcionados, a fin de que la misma dulzura
del éxito les sirva de cebo para la dolorosa experimentación
de desgracias más completas! ¡Que la fiebre les abrume para
que, habiendo perdido coraje, castiguen su concupiscencia!"
47 Sufres, Horus,
hijo, al escuchar este lenguaje que reproduce tu Madre. ¿No estás
sorprendido, no te invade el estupor, ante este peso de miseria sobre la
pobre humanidad? Escucha lo más horrible.
48 A Hermes
le placía escuchar estas palabras de Momo (pues le habían
sido dichas en tono de familiaridad), y se disponía a hacer exactamente
cuanto Momo le había dicho, añadiendo: "De acuerdo,
Momo, pero el soplo divino que envuelve el mundo no se mostrará por
sí mismo visible a la mirada: pues es a mí a quien el Señor
del Universo ha designado como su intendente y administrador. Así pues,
la diosa de ojos penetrantes, Adrastea, será establecida como vigilante
del universo, y, en cuanto a mí, fabricaré un ingenio misterioso,
unido a una doctrina infalible e inviolable, cuya constricción necesaria
reducirá a la esclavitud las cosas terrestres, a todas desde el
comienzo hasta la destrucción final, conservando la determinación
de aquello que se cumple: y todo lo demás sobre la tierra obedecerá a
dicho ingenio". Así le hablé pues a Momo, dijo Hermes,
y ya el ingenio se movía.
49 En esto,
cuando las almas hubieron sido incorporadas y yo mismo obtenido elogios
por lo que había hecho, 50 el Monarca convocó de nuevo
a los dioses en asamblea plenaria. Vinieron pues éstos, y retomando
la palabra dijo: "Dioses, vosotros todos que habéis recibido
la naturaleza de jefes del mundo, una naturaleza, además, imperecedera;
que habéis obtenido en participación regir para siempre la
eternidad inmensa; vosotros por quienes todas las cosas del mundo no se
cansarán nunca de entregarse en intercambio las unas a las otras, ¿hasta
cuándo poseeremos esta soberana autoridad sin que se la reconozca? ¿Hasta
cuando durará todo esto sin que sea visto por un sol y una luna? ¡Vamos,
que cada uno de nosotros engendre según sus medios! ¡Suprimamos
mediante nuestro poder la inercia de esta masa, que ya se prolonga! ¡Que
parezca a la posteridad una increíble fábula el que haya
existido un Caos! Empleaos en grandes obras, yo mismo comenzaré el
primero." Esto dijo, y al momento, en esa masa compacta todavía
sombría se hizo una división en el sentido de un mundo; 51 el
cielo apareció en lo alto, armoniosamente equipado con todos sus
propios misterios; sacudida aún por temblores, la tierra se coaguló bajo
los fuegos del sol, y apareció armoniosamente provista de todos
los bellos ornamentos que la conciernen. Porque a los ojos de Dios son
hermosas incluso las cosas tenidas por feas por los mortales, pues han
sido vueltas tales que sean esclavas de las leyes divinas. Y Dios se alegró,
viendo que sus obras estaban ya desde ese momento en movimiento. 52 Y
cuando hubo colmado sus manos, iguales en amplitud el espacio circundante,
de todo cuanto existe en la naturaleza, y cerrado fuertemente sus puños,
dijo: "Toma, oh tierra sagrada, toma, honorable, tú que has
de ser un día la generadora de todas las cosas, y no parezcas ya
nunca inferior en nada que fuere". Así dijo Dios y, abriendo
las manos, que eran tales como convienen a un dios, repartió su
contenido en la fábrica del mundo.
53 Ahora bien
la Ignorancia, al comienzo, reinaba absolutamente. Porque, como las almas
habían sido aprisionadas hacía poco y sufrían mal
su deshonra, buscaban querella a los dioses del cielo, y asidas firmemente
al noble origen que reivindicaban, ya que también ellas habían
surgido del mismo Creador, se rebelaban, y sirviéndose como de instrumentos
de los hombres que les quedaban, hacían que se atacaran los unos
a los otros, y se opusieran y guerrearan todos entre sí. Y así la
fuerza ejercía grandes violencias contra la debilidad, al punto
de que los fuertes quemaban y degollaban a los débiles, y que, desde
lo alto de los templos, arrojaban tanto a los vivos como incluso a los
cadáveres, 54 hasta el día en que los Elementos, presos
de cólera, resolvieron hacer una petición a Dios el Monarca,
con respecto a la salvaje conducta de los hombres. Cuando ya el mal se
hizo muy grande, los Elementos se presentaron ante Dios, que los había
creado, y formularon su acusación en estos términos:
55 Fue el Fuego
quien tuvo licencia de hablar el primero: "Señor", dijo, "Artesano
de este mundo nuevo, Nombre oculto en el seno de los dioses y venerable
hasta el día de hoy para todos los hombres, ¿hasta cuándo,
oh Divino, es tu designio dejar sin dios la vida de los mortales? 56 Revélate
de una vez para siempre, da alguna respuesta al mundo e inicia en la paz
el salvajismo de las costumbres. Confiere leyes a la vida humana, acuerda
la noche de los oráculos. Cólmalo todo de hermosas esperanzas.
Que los hombres retrocedan ante la venganza divina, y nadie perseverará en
el mal. Si reciben el justo salario de sus crímenes, los demás
se guardarán de ser injustos, temerán la santidad del juramento,
y ya no habrá ni uno solo que medite un sacrilegio. Que aprendan
a darte gracias por las bondades recibidas, para que, alegre, cumpla yo,
el Fuego, mi función en las libaciones, para que, desde el hogar
de los altares, haga ascender hacia ti una aromática humareda. Pues
se me mancilla, oh Señor, hasta hoy; la audacia impía de
los hombres que has creado me fuerza a reducir carne a cenizas, no me permiten
atenerme a mi ser natural, ya que falsifican indignamente lo que es incorruptible".
57 Después
el Aire: "También yo", dijo, "estoy contaminado,
Señor, y, debido a las exhalaciones de los cadáveres, estoy
pestilente y ya no soy salubre, y asisto desde lo alto a todo lo que no
debería verse".
58 Tuvo seguidamente
el Agua, hijo magnánimo, licencia para hablar, y se expresó en
estos términos: "Padre, Creador admirable de todas las cosas,
Dios nacido de ti mismo, Autor de la naturaleza que engendra todo por ti, ¡ordena
ahora por fin, oh Divino, que la corriente de los ríos fluya siempre
pura! Pues, ríos y mares, o bien lavan de sus manchas a los degolladores,
o reciben a los degollados".
59 La Tierra
se presentó a continuación, abrumada de tristeza, y +.......+,
muy glorioso hijo, comenzó en estos términos: "Rey,
Prítano y Señor de las bóvedas celestes, Jefe y Padre
de estos Elementos aquí presentes ante ti, nosotros a partir de
quienes todos los seres comienzan a crecer para decrecer a continuación,
nosotros a quienes también, de nuevo, retornan necesariamente cuando
alcanzan el término imprescriptible; oh Muy Honrado, una banda insensata
e impía de gente inhumana se ha desecho sobre mí. Sin duda,
tengo suficiente espacio para contener también toda clase de substancia
(sí, yo misma, tal como lo has ordenado, no sólo soporto
todas las cosas, sino que acepto incluso las bestias degolladas), 60 ahora
bien, actualmente estoy deshonrada: aun cuando está colmado de todas
las cosas, tu mundo terrestre carece de Dios. Porque, como los hombres
no tienen nada que temer, cometen toda suerte de crímenes y sobre
mis hombros, Señor, son abatidos mediante un arte perverso: heme
aquí corrompida por entero, inundada del pus de los cadáveres. 61 Ahora,
Señor, estoy forzada a contener también a los que no son
dignos de ello. Quiero contener, junto a todo cuanto llevo, también
a Dios. Otorga a la Tierra, si no tu misma persona pues a Ti, no
tengo la osadía de contenerte al menos alguna sagrada emanación
de ti mismo. Cambia mi suerte, vuelve a la Tierra más gloriosa que
los demás Elementos: pues tan sólo de las cosas que vienen
de Ti le conviene enorgullecerse, ya que ella es la abastecedora universal".
62 Tales fueron
los discursos de los Elementos. En cuanto a Dios, llenando, mientras hablaba,
todo el universo con su voz santa, dijo: "Seguid vuestro camino, sagrados
hijos, dignos de un poderoso padre, no tratéis de innovar en modo
alguno, no dejéis mi universo privado en su totalidad de vuestro
ministerio. Pues he aquí de alguna manera entre vosotros, ya desde
ahora, un segundo efluvio de mi naturaleza, que velará con escrúpulo
sobre todas las acciones humanas: para los vivos, juez al que no se puede
decepcionar, déspota absoluto de los muertos, terrible, y no solamente
terrible, sino vengador de sus crímenes: y cada uno de los hombres
será retribuido, mientras perdure su raza, con el pago que merezca".
63 Y así fue
como, por orden del Soberano, los Elementos pusieron fin a su demanda;
guardaban silencio; y cada uno de ellos mandaba en su reino y reinaba en él
como señor.
64 Y, en esto,
dijo Horus: "Oh Madre, ¿cómo pues tuvo la Tierra la feliz
fortuna de recibir el efluvio de Dios?" E Isis respondió: "Me
niego a referir este nacimiento, pues no está permitido describir
el origen de tu procreación, oh poderosísimo Horus, por temor
a que alguna vez, en el futuro, la generación de los dioses inmortales
llegue a oídos de los hombres. No puedo decir más que esto:
el Dios Monarca, el Ordenador y Artesano del universo, concedió +
...... +, por un poco de tiempo, al muy grande Osiris tu padre y a la gran
diosa Isis para que al mundo que de todo carecía viniesen a traer
socorro.
65 Son ellos
quienes llenaron de recursos la vida humana.
Quienes pusieron fin
al salvajismo de las muertes recíprocas.
Quienes consagraron
a los dioses ancestros templos y sacrificios.
Quienes han dado a
los mortales leyes, alimentos, techo.
66 "Son
ellos" dijo Hermes, "quienes conocerán a fondo todos los
secretos de mis escritos y efectuarán su discernimiento; e incluso
aun cuando guarden algunos para sí, en cambio los que mejor puedan
ayudar al servicio que rinden a los mortales los grabarán en estelas
y obeliscos".
67 Son ellos
los primeros que, habiendo dado a conocer los tribunales, han llenado el
mundo de equidad y de justicia.
Ellos quienes, primeros
autores del contrato solemne y de la buena fe, han introducido también
en la vida humana al gran dios Juramento.
Ellos quienes enseñaron
a amortajar como conviene a los que han dejado de vivir.
Quienes reconocieron,
habiendo examinado el fenómeno cruel de la muerte, que el soplo
procedente del exterior, al estar sujeto a retornar periódicamente
a los cuerpos de los hombres, si alguna vez llega a tardar, produce un
desvanecimiento sin restablecimiento.
Quienes, habiendo aprendido
de Hermes que la atmósfera está llena de démones,
lo grabaron en estelas ocultas.
68 Son ellos
los únicos que, instruidos por Hermes en las secretas ordenanzas
de Dios, se convirtieron para la humanidad en los iniciadores y legisladores
de las artes, las ciencias y toda clase de ocupaciones.
Ellos son quienes,
habiendo aprendido de Hermes que las cosas de abajo han recibido del Creador
la orden de estar en simpatía con las de lo alto, instituyeron sobre
la tierra las funciones sagradas ligadas verticalmente a los misterios
del cielo.
Son ellos quienes,
habiendo reconocido la corruptibilidad de los cuerpos, crearon ingeniosamente
la excelencia en todo de los profetas, de suerte que nunca el profeta destinado
a elevar sus manos hacia los dioses ignore a ninguno de los seres, con
objeto de que la filosofía y la magia nutran el alma, y la medicina
cure al cuerpo cuando está afligido de algún mal.
69 Tras haber
cumplido todo esto, hijo mío, Osiris y yo, como veíamos el
mundo perfectamente colmado, fuimos reclamados para siempre por los habitantes
del cielo. Pero no nos era posible retornar a él antes de haber
invocado al Monarca, a fin de que, también de esta doctrina, se
llenase el universo entero y nosotros mismos fuésemos favorecidos
con una buena acogida en nuestro ascenso: Dios en efecto se complace en
los himnos."
70 "Madre",
dijo Horus, "concédeme, a mí también, conocer
ese himno, para que no sea un ignorante". E Isis respondió: "Escucha,
hijo".
Traducción:
J. M. R.
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