Antología de Textos Herméticos
ARTE Y ALQUIMIA
JACQUES VAN LENNEP
2ª Parte

El eros químico
Hemos visto que la obra alquímica sólo podía realizarse por la unión de dos naturalezas, masculina y femenina, activa y pasiva seca y húmeda, que fueron concretadas por el azufre y el mercurio, el oro y la plata correspondiendo al sol y la luna. La mujer, considerada frecuentemente en la iconografía hermética como el disolvente universal, representó el mercurio cuya humedad debe ser absorbida por el azufre simbolizado por el hombre. El coito alquímico es la imagen de esta absorción.

Toda la alquimia fue orquestada sobre el ritmo binario del coito simbolizado muy a menudo por la unión de un rey y una reina. Estos Esposos Reales debían engendrar un hijo: el Hijo de la Filosofía, símbolo del Oro Filosófico o de la Piedra, según unos textos ilustrados con gran cantidad de dibujos, pinturas o grabados describiendo las diversas fases de las Bodas Reales. La coniunctio de los dos Esposos era generalmente llevada a cabo entre el Sol y la Luna, símbolos de los dos principios y, a la vez, evocación de su finalidad. En alguna ocasión, el Rey y la Reina son sustituidos por un hombre heliocéfalo que se une a una mujer con cabeza lunar.

Cupido, símbolo del vitriolo.
Cupido, símbolo del vitriolo
(Peters, Auspharmaceutischer Vorzeit. A.C.L.).

Esta imaginación sexual de la producción del oro debe enlazarse con las creencias sobre la embriología metálica que se remontan a las fuentes de la humanidad. Nuestros antepasados creían que los metales crecían como embriones en un vientre telúrico que les nutría materialmente. Los metales germinaban para convertirse en oro en el estado perfecto de su madurez. El alquimista arrancaba el metal embrionario del seno materno para acelerar una maduración demasiado lenta de por sí. Veamos cómo explica un tratado el proceso de la generación de los metales: "así como el hombre arroja su semen en la matriz de la mujer, en la cual no permanece pues, después de tomar una porción, la matriz expulsa fuera lo sobrante, lo mismo ocurre en el centro de la tierra cuya fuerza magnética... atrae hacia sí lo idóneo para engendrar y desecha el resto para fabricar piedras ..." Los minerales nacidos de esta fecundación terrestre conocían el mismo desarrollo que los embriones para constituirse en oro al final de la gestación. El alquimista que quisiera apresurar este proceso, debía extraer los minerales del vientre de la terra mater y depositar estos embriones metálicos en vasos comparables a los órganos humanos. Incluso algunos eran comparados a órganos sexuales, por ejemplo, el matraz refleja la matriz. Nicolás de Locques escribía que algunos recipientes tenían "forma de senos o forma de testículos", y que se usaban "para la elaboración de la simiente masculina y femenina". María la Profetisa inventó un vaso destilatorio que era "una especie de matriz o útero del cual debía nacer el Hijo de los Filósofos, la Piedra Milagrosa"20. Ciertas operaciones utilizaban un aparato, el doble pelícano comparado a dos cuerpos de sexos diferentes enlazados y conteniendo cada uno los dos principios herméticos, el activo y el pasivo. Con el feto, el Fermento debía pasar nueve meses en el Vaso, al menos si creemos a Zósimo, quien escribe: "El tiempo de la gestación no es menor de nueve meses cuando no hay aborto"21. Además de estas alusiones sexuales, los vasos alquímicos eran comparados con frecuencia a una habitación nupcial donde los productos del Fermento debían unirse como los Esposos Reales.  

El fuego que transformaba los productos, estaba también sexualizado. G. Bachelard analiza sabiamente este simbolismo sexual del fuego alquímico22. Según Nicolás de Locques, el fuego puede ser "interno o externo... el interno es espermático, engendrador y madurador"23. Escribe además que los filósofos distinguen varias clases de calores, "un calor digestor parecido al del estómago, otro generador como el del útero, otro coagulante semejante al que hace el esperma y otro lactificante como el de los pechos..."24. Algunos alquimistas, hablando de la "verga" del fuego, decían que su "arte imita la naturaleza manipulando un cuerpo por el fuego". ¿Puede encontrarse una mejor imagen de la penetración sexual del calor ígneo en la materia a fecundar? Los textos contienen, por otra parte, expresiones muy evocativas: "Verga del fuego mágico -de donde mana- una fuente clara"25.

El fuego portador de vida ha suscitado siempre delirios de poder en aquellos que lo poseían. "Toda la alquimia, escribe Bachelard, era surcada por un inmenso ensueño sexual, por una ilusión de riqueza y de rejuvenecimiento, por un delirio de poder... este delirio sexual es un delirio del hogar. Se podría incluso decir que la alquimia realiza, pura y simplemente, los caracteres sexuales del delirio delfuego. Lejos de ser una descripción de fenómenos objetivos, es una tentativa de inscripción del amor humano en el corazón de las cosas ..."26. Este delirio inunda los textos y sus ilustraciones. La alquimia gusta de las palabras matrimonio, coito, boda, unión o abrazo."Nada es más frecuente en los escritos de los filósofos que el término matrimonio, escribe Dom Pernety. Dicen que es necesario desposar al sol con la luna, a la madre con el hijo, al hermano con la hermana; y todo esto no es otra cosa que la unión de lo fijo con lo volátil que debe cumplirse en el Vaso con la ayuda del fuego"27.

El oro era el fruto de la coniunctio de dos principios fundamentales: el azufre y el mercurio. Los textos describen harto imaginativamente su cópula. "El mercurio es estéril... pero cuando se purga y prepara como es preciso y es calentado por azufre, pierde su esterilidad"28. Si bien el mercurio era comparado, a veces, con una mujer estéril, era también una virgen sufriendo los asaltos del azufre..." Ese fuego sulfuroso es la semilla espiritual que nuestra virgen, aun conservando su virginidad, no se cansa de recibir ..."29.

La oposición de los elementos de la dualidad sexual desaparecía en la unidad del oro, imagen de la perfección. El Rey y la Reina, habiendo consumado sus Bodas y engendrado al Hijo de la Filosofía, podían entregarle el poder. Lo testimonia el siguiente texto: "Cuando hayáis visto en la vasija de vidrio mezclarse la naturaleza y volverse como sangre coagulada y quemada, estad seguro que la hembra ha sufrido los abrazos del macho... y que el Hijo Real ha sido concebido... y que es este oro que en nuestra Obra ocupa el lugar del macho y a quien se une con otro oro blanco y crudo que ocupa el lugar de la semilla femenina, en la que el macho deposita su esperma: y se estrechan juntamente en un lazo indisoluble ..."30.

La Piedra Filosofal, objetivo de la Obra alquímica, no conocía la oposición sexual, sino que la conciliaba en su hermafroditismo. Simbolizada frecuentemente por el Andrógino, esta petra genitrix,encontraba en sí misma todos los elementos genitores. Se desposa a sí misma; se embaraza a sí misma; nace de sí misma: se resuelve en su propia sangre; se vuelve a coagular con ella ..."31. De alguna manera, se trata de una partenogénesis.

La unión de dos principios alquímicos podía revestir la forma de un incesto. Gran número de alegorías hacen alusión a la cópula de una madre y su hijo32, equivaliendo la madre a la fuerza vital universal, a la mujer en toda su extensión. Los textos hacen frecuentes alusiones al incesto filosófico: "Cuando me encuentro entre los brazos de mi madre, unido a su sustancia, la detengo y la fijo"33. "El agua, o el mercurio, es la madre que debe ser ubicada y sellada en el vientre del hijo, es decir, del sol, que ha venido de esta agua"34. "Una vez que el hijo ha llegado a ser fuerte y robusto... pondrá en su Vientre a la madre que le trajo al mundo"35. "Aquel que quiera entrar en el reino de Dios debe entrar primeramente con su cuerpo en su madre y allí, morir"36. Este mismo erotismo incestuoso puede llevarse hasta el sadismo, como en el Triunfo hermético, donde el adepto da el siguiente consejo: "Abre el seno de tu madre con la hoja de acero, escudriña hasta en sus entrañas y penetra en su matriz, es ahí donde encontrarás nuestra materia pura ..."37, o también: "Rásgale las entrañas con el filo de una espada y sírvete de una lengua dulce, insinuante, lisonjera, cariñosa, húmeda y ardiente"38. Este regressus ad uterum evoca un retorno a la materia prima, a la tierra madre, al estado primordial de la naturaleza. En términos espirituales se podría ver en ello un deseo de reintegración cósmica. El célebre acróstico de Basilio Valentín basado en la palabra vitriol "Visita Interiora Terrae Rectificando, Invenies Occultum Lapidem" hace depender el descubrimiento de la Piedra de un retorno a la tierra madre. Descender a sus abismos y rebuscar en sus anfractuosidades, es realizar un retorno al caos primordial, a la materia prima y a la madre universal.

Este incesto filosófico corresponde a la coniunctio en el agua, elemento fluido y femenino por excelencia, que la mayoría de las veces sirve de medium nupcial a los Esposos Reales. La unión de los dos principios se perpetra así en la matriz de la mujer universal. El amor acuático corresponde, en suma, al regressus ad uterum. Pues "este agua se llama también vasija de la naturaleza, vientre, matriz, tierra y nodriza. Es también la fuente en la que el Rey y la Reina se bañan. Es la madre que es preciso colocar y sellar en el vientre de su hijo... es por lo que ellos se aman entre sí como una madre y un hijo; se acarician y se estrechan porque los dos han venido de una misma y única raíz y porque son los dos de una misma sustancia y de una misma naturaleza ..."39. El simbolismo del agua, de la humedad radical y de la mujer designa al mercurio concebido como materia, principio y fin de la Obra. En griego se decía "agua de plata" ( [hydrárgyros]). Al igual que el agua, significa la fuerza vital.

Estas nociones nos revelan una alquimia insuflada de un ardor poético que engloba la totalidad del universo en el alma humana y la pulveriza en partículas que escapan hacia el infinito de las galaxias. No duda en celebrar, sobre el lecho de su imaginación, las bodas sublimes del Sol y la Luna. Las bodas químicas son también astrales. Las gentes primordiales del hombre, las de sus pasiones amorosas y dolorosas, han sido llevadas por la alquimia más allá de los espacios terrestres. Esto es lo que nos demuestran textos como el de Espagnet quien escribía a propósito de las bodas químicas: "Para que los hijos nazcan sanos, robustos y vigorosos, es necesario que los dos esposos lo sean también... así es como deben ser el sol y la luna antes de entrar en el tálamo nupcial. Entonces se consumará el matrimonio y de esta conjunción nacerá un rey poderoso cuyo padre será el sol y la luna, su madre"40.

El jardín de los filósofos y su bestiario
Continuando nuestra investigación a través de uno de los mayores repertorios simbólicos que en el mundo han sido, descubrimos un jardín donde los alquimistas hicieron proliferar una lujuriosa vegetación. En él, cada flor y cada árbol son el símbolo de un concepto, e igualmente los pájaros, mamíferos o monstruos híbridos que no cesaron de poblar la imaginación de los adeptos. En el centro del jardín se yergue el Arbol de la Filosofía, antigua expresión de la fuerza universal, prueba del todo-poder.
41 En sus ramas están prendidos los sueños de inmortalidad y de conocimientos sobrenaturales. Este árbol de la vida, símbolo cósmico, evoca al del Génesis, al de los Vedas o a los de la mitología asirio-babilónica. El alquimista puede recolectar sus frutos sólo después de haber ascendido los siete peldaños de la escala de los sabios o experimentado los siete grados de la iniciación. Habiendo realizado las siete operaciones de la Obra y obtenido la Piedra Filosofal, puede despojar al árbol de sus frutos y saborear sus delicias. Otro árbol, éste con el tronco hueco, oculta un manantial cuyas aguas regeneradoras conceden la inmortalidad a aquel que haya logrado descubrirlas. Este Arbol Hueco que derrama las fuentes de la vida nos debe recordar a las antiguas diosas de las aguas resplandecientes. Además, y por su inflorescencia vegetal, tal árbol fue frecuentemente comparado con la mujer pues, al igual que ella, acarrea los frutos terrestres. La fuente de aguas vivas que surge de sus raíces equivale al hijo engendrado por la mujer filosófica. Por otra parte, al roble o la encina, cuando están huecos y viejos, se les llama en griego  [saronis], término próximo a  [saron] o "mujer vieja". El jardín exhibe además dos árboles astrales: el árbol lunar y el árbol solar. El situado bajo la intercesión del astro nocturno produce frutos de plata, y áureos el que está bajo la del astro diurno. Pero dejemos al cuidado de un alquimista la descripción de estos árboles preciosos. "Advertí dos árboles más elevados que los demás. Uno de ellos ostentaba un fruto semejante al sol más luminoso y más brillante y sus hojas se parecían al oro. El otro tenía frutos de un blanco más resplandeciente que el del lirio y su hojas eran como de plata fina. Estos árboles eran denominados por Neptuno, el uno árbol solar y el otro lunar"42. El alquimista que conseguía fabricar la Piedra Blanca capaz de transmutar todo metal en plata, podía recoger los frutos del árbol lunar. Aquel que hubiera fabricado la Piedra Roja capaz de transmutar un metal innoble en oro, cosecharía los frutos de un árbol solar, que fue comparado al árbol de las manzanas de oro del jardín de las Hespérides. En efecto, al alquimista le gustaba compararse con Hércules quien consiguió hurtarlas después de matar al monstruo guardián del árbol. Como el antiguo héroe, también él debía combatir con su dragón, el caos de la materia bruta, antes de apoderarse de sus frutos. Consiguiendo organizar el caos primordial confería a la materia la unidad de la perfección, simbolizada por el Oro, cuyo signo (un círculo rodeando un punto) representaba al Uno-Todo, principio de lo eterno inalterable. Señalemos, por último, que los árboles aurífero y argentífero estaban rodeados a su vez por cinco árboles consagrados a los metales innobles. Todos ellos formaban un parque metálico.

Entre las flores del jardín alquímico se distinguen especialmente las rosas rojas y blancas. La rosa blanca, como el lirio, fue relacionada con la Piedra Blanca, objetivo de la Pequeña Obra mientras que la rosa se asoció a la Piedra Roja, cumbre de la Gran Obra. La mayoría de estas rosas tienen siete pétalos, cada uno de los cuales evoca un metal o una operación de la Obra. Conviene saber a este respecto que los alquimistas gustaban, desde Arnau de Vilanova, titular sus tratados "Rosales de los Filósofos". ¡Incluso el célebre Roman de la Rose fue considerado como una obra hermética, al menos en la parte redactada por Jean de Meung, llamado Clopinel!43 Más tarde, la rosa fue imbricada a la cruz en el símbolo capital de la Hermandad de los Rosacruces.

Dom Pernety escribe a propósito de las flores que "los filósofos dan ese nombre a los espíritus ocultos en la materia y a los distintos colores que atraviesa durante las operaciones"44. Aún hoy día, llamamos "flor" a los productos volátiles obtenidos en la sublimación. Pensemos en la flor del azufre. Es uno de los muchos legados de la alquimia.

Todo un bestiario habitaba el jardín de los filósofos. Se pueden distinguir dos especies principales: aérea y terrestre. Los pájaros, así como los demás animales alados, representan el principio volátil mientras que los animales ápteros encarnan el principio fijo. Con mucha frecuencia, un animal alado combate con un animal áptero para ilustrar la lucha química entre los principios volátil y fijo y su correspondencia espiritual en la lucha entre el alma y el cuerpo.

Se encuentran asimismo animales de la misma especie y de sexos diferentes paseándose juntos, copulando o peleando, tales como el león y la leona, el perro y la perra o el águila y su hembra. Estas parejas evocan los dos principios que se unen o se enfrentan. Hallamos un león verde y un león rojo representando dos estados distintos de la materia. El León Verde simboliza la materia cruda en estado crudo, mientras que el León Rojo representa a esta materia después de diversas operaciones. Esta es, en suma, toda la diferencia que existe entre la materia prima y la materia elaborada. El perro es considerado como el símbolo del azufre o del oro metálico (por oposición al Oro Filosófico). El lobo representa al antimonio y puede ocurrir que ese lobo devore al perro para demostrar que el antimonio es capaz de purificar el oro,

Mucho más raramente encontramos al cordero que simboliza, en ocasiones, ciertas materias empleadas para obtener la Piedra. El ciervo, como símbolo del mercurio aparece con cierta frecuencia. El oso representa la materia prima en su fuerza bruta y caótica. El carnero y el toro, tomados en su significación zodiacal determinan los dos períodos astrológicos entre los que deben desarrollarse las operaciones de la opus alchimicum. En cuanto al conejo, él es el guía del alquimista en las entrañas de la tierra.

Los pájaros, cuando se elevan en el cielo, representan la volatilización o sublimación de las materias encerradas en el vaso. Si descienden a la tierra simbolizan la precipitación y condensación de esos productos. El pájaro por excelencia es, sin duda alguna, el de Hermes: el águila. Después de ella se sitúan con no menor importancia el pelícano y el fénix. El pelícano es el símbolo de la Piedra Filosofal que puede multiplicarse extrayendo su fuerza de ella misma igual que este pájaro alimenta sus crías con su propia sangre45. Como el pelícano se suele asociar al Cristo de la religión, la Piedra por él simbolizada fue para los alquimistas reflejo del hijo de Dios. Al lado del pelícano estaba el fénix, pájaro mítico consagrado al sol y que renace de sus cenizas. Simboliza la Piedra Roja. Los otros dos colores fundamentales de la alquimia tienen también sus pájaros propios: el cuervo y el cisne.

El cuervo de negro plumaje encarna las materias sometidas a la putrefacción o a la nigredo, mientras que el cisne, imagen de la blancura, representa a las materias sometidas a la albificación o albedo. Entre los pájaros alquímicos se encuentra también el gallo al que se compara con el fuego a causa de su vigor. Más raramente designa la Piedra Roja. La paloma no tiene más significación particular que la de designar el principio de volatilidad inherente a todos los pájaros en general. Puede a veces designar la Piedra Blanca. El pavo real de múltiples colores representa las diversas tonalidades que se manifiestan en el curso de las operaciones. Tiene la misma importancia simbólica que el arco iris.

El jardín cuenta también con batracios como la salamandra, símbolo del fuego. Entre los reptiles aparece la serpiente como uno de los símbolos primordiales de la alquimia. Aparece bajo diversas formas, de las cuales la principal es, sin duda alguna, la de uroboros, a la que ya nos hemos referido. "La serpiente uroboros -se lee en un antiguo manuscrito griego- es la composición que es devorada y fundida en su totalidad, disuelta y transformada por la fermentación... su vientre y su espalda son de color azafrán; su cabeza de un verde oscuro; sus cuatro pies constituyen la tetrasomía (es decir, los cuatro metales imperfectos: plomo, cobre, estaño, hierro); sus tres orejas son los tres vapores sublimados. El uno da su sangre al otro y uno engendra al otro. La naturaleza seduce a la naturaleza; la naturaleza triunfa sobre la naturaleza"46.

Las serpientes pueden, como el cuervo, simbolizar el color negro de la putrefacción. Se les presenta a veces en una tríada que rememora las tres materias del arte: mercurio, azufre y sal. La serpiente tricéfala manifiesta un simbolismo idéntico. Los reptiles pueden ser alados o ápteros según simbolicen un principio fijo o uno volátil. A veces la serpiente está crucificada y entonces representa la fijación de un principio volátil. Esta alegoría recuerda, según algunos, a la serpiente de bronce del Antiguo Testamento que profetizaba la crucifixión del Cristo, y también a la del gnosticismo. De hecho, los gnósticos, cuya mística influenció notablemente en la alquimia, emplearon la serpiente crucificada para evocar al Cristo en la cruz.

Del mundo de los reptiles pasamos al de los peces. Según Dom Pernety, el pez definía uno de los momentos de la Obra pues "cuando la materia ha llegado a cierto grado de cocción, se forman en su superficie pequeñas burbujas que se parecen a los ojos de los peces"47. La rémora a la que la leyenda atribuye el poder de detener los navíos simboliza la fuerza de fijación de la materia. La alquimia naturaliza también a monstruos marinos como las sirenas que, con toda seguridad, contaban con hermanos terrestres también híbridos, tal como el dragón que es un símbolo polivalente que puede significar el caos, la materia prima o el fuego. Se le representa muy frecuentemente en medio de llamas o escupiendo fuego. A veces, dos dragones luchan entre sí para simbolizar la putrefacción. A menudo, el alquimista, armado como un guerrero, se enfrenta al dragón demostrando que intenta unificar el caos o que trata de elaborar el oro a partir de la materia bruta. Este monstruo puede ser alado o áptero, según esté representando la fijeza o la volatilidad. Si posee tres hocicos simboliza la extracción de las tres materias de la Obra: la sal, el azufre y el mercurio. Los alquimistas le han asociado generalmente al dragón de las Hespérides para evocar especialmente a la tierra que guarda en su seno la simiente del oro. Al igual que la serpiente, el dragón puede ser uroboros e ilustrar el mismo precepto filosófico del Uno-Todo. El basilisco simboliza el mercurio o cualquier preparado disolvente. El unicornio, animal fabuloso, fue también uno de los símbolos favoritos de los alquimistas"48. Es la imagen del mercurio e igualmente del principio masculino y activo, por ello le hallamos en la mayoría de las ocasiones acompañado de una virgen, imagen de la feminidad pasiva.

En la frondosidad del jardín alquímico se alza finalmente la fuente de juventud derramando el Elixir perfecto del magisterio de los filósofos, capaz de ofrecer al hombre la inmortalidad. Un alquimista describe esta fuente: en su cima "brilla un carbunclo admirable... ilumina los lugares más brillantemente que ningún sol del mundo. Destierra al tiempo, hace al día eterno ..."49 Este rubí es evidentemente una alusión a la Piedra Roja. Con frecuencia, la fuente está rematada por los astros solar y lunar, y derrama aguas cual si de flujos cósmicos se tratara50. Se alimentaba de siete manantiales que corresponden a los siete metales. Así era la fuente que Jean d'Espagnet sitúa en su Jardín de los sabios. El adepto debía llevar a abrevar en ella al dragón antes de obtener el oro.

El olimpo alquímico
Del jardín hermético y de su bestiario nos trasladamos hacia el mundo de dioses y héroes que habitan el Olimpo alquímico. Dom Pernety, benedictino de Saint Maur, dedica un volumen a la explicación hermética de las fábulas antiguas. Su obra apareció en París en 1786 bajo el título de Les Fables égyptiennes et grecques dévoilées et réduites au même principe (Las fábulas egipcias y griegas descifradas y reducidas a un mismo principio), es decir, el de la alquimia. Dicho de otro modo: los alquimistas se rodearon de numerosos dioses y se enfundaron gustosamente en la armadura de los héroes.

Cada metal corresponde a un dios y su planeta. Saturno simboliza el plomo; Júpiter, el estaño; Venus, el cobre; Marte, el hierro; Apolo, dios solar, corresponde al oro y Diana, su hermana, de halo lunar, encarna la plata. Hércules recibió un trato especial. Sus célebres trabajos fueron considerados como predicción de las operaciones de los alquimistas. Su combate contra la hidra de Lerna fue comparado a la producción de la Piedra Filosofal. Su apoderamiento de las manzanas del jardín de las Hespérides evocó la posesión del Oro Filosófico, El adepto, nuevo Hércules, debía, él también, enfrentarse a su dragón antes de apropiarse de los frutos de oro.

La lucha de Teseo contra Minotauro corresponde a la de Hércules. El laberinto mismo fue considerado como alegoría de las dudas y dificultades que el alquimista encuentra en el curso de la opus alchimicum. Como Teseo, debía desenredar el hilo de Ariadna para no extraviarse. Dédalo, arquitecto del laberinto y su hijo Icaro, que escaparon de él gracias a unas alas de su propia fabricación, representan las materias volátiles.

Saturno, Marte y Vulcano. Símbolos del plomo, el hierro y el azufre.
Saturno, símbolo del plomo. Marte, símbolo del hierro. Vulcano heliocéfalo, símbolo del azufre. (Peters, Aus pharmaceutischer Vorzeit. A.C.L.).

El alquimista se nos muestra asimismo bajo la apariencia de Vulcano, quien, como él, dominaba los fuegos.  

La leyenda de Hermafrodito, hijo de Afrodita y de Hermes, cuyo cuerpo fue unido al de la ninfa Salmacis, ilustra la fabricación de la Piedra Filosofal, representada generalmente por el Andrógino, dotado de dos naturalezas.

Dánae, seducida por Júpiter bajo la forma de una lluvia de oro, fue comparada con la unión del azufre y el mercurio. El cuidado de los alquimistas se dirige evidentemente con mayor atención hacia las leyendas que ensalzan el valor del oro. Por ejemplo, apreciaban sobremanera la que narra que una lluvia de oro cae cuando Minerva nace del cerebro de Júpiter. La expedición de Jasón y de sus compañeros sobre el "Argo" y su conquista del vellocino de oro, simbolizó las diversas operaciones de la obra alquímica y la producción final del Oro Filosófico.

Los textos alquimistas aluden también a Atalanta a quien Hipómenes venció en una carrera arrojándola tres manzanas de oro que ella se apresuró a recoger. La edad de oro de Saturno fue objeto de numerosas especulaciones alquímicas. Este dios que devoraba a sus hijos llegó a ser el símbolo de la disolución, de la putrefacción o de la nigredo, mientras que Diana representaba la albedo o la materia blanca y Apolo esta misma materia una vez enrojecida. Júpiter, derrocador de Saturno, fue identificado a menudo con el Hijo de la Filosofía, rey de una nueva era.

 Traducción: Antonio Pérez

 

1ª Parte

Antología
  
NOTAS
20 C. G. Jung, Psychologie und Alchemie, p. 325.
21 C. A. G., p. 198.
22 G. Bachelard, La psychanalyse du feu, París, 1938.
23 N. de Locques, Les rudiments de la philosophie naturelle touchant te système du corps mixte, París, 1655, p. 36.
24 Ibid., p. 52.
25 Le Triomphe hermétique ou la Pierre philosophale victorieuse, Amsterdam, 1710, página 144.
26 G. Bachelard, op. cit., p. 106.
27 D. M., p. 266. 
28 Dictionnaire hermétique, París, 1695, p. 112. [A.-J. Pernety, Diccionario Mito-Hermético. Indigo, Barcelona, 1993].
29 H. P. H., p. 53.
30 H. P. H., p. 195. 
31 Le Triomphe hermétique..., p. 17. 
32 T. H., pp. 83-85.
33 Sept Chapitres d'Hermès, IV (T. H., p. 84). 
34 Livre d'Artephius, p. 131 (T. H., p. 84).
35 N. Flamel, Livres des Figures hieroglyphiques... (B. P. C., 11, p. 244). [Nicolás Flamel, El libro de las figuras jeroglíficas. Obelisco, Barcelona 1996].
36 Cita de Paracelso (F. A., p. 159).
37 Le Triomphe hermétique, p. 144.
38 Ibid., p. 60.
39 Livre d'Arthephius, p. 131 (citado por R. Alleau, Aspects de l'Alchimie traditionnelle, París, 1953, p. 171).
40 Citado por Pernety, Les Fables..., p. 572.
41 D. M., p. 169.
42 T. H., p. 11.
43 Nouvelle lumière chimique, tirée de la fontaine de la Nature..., Colonia, 1610.
44 Cfr. Histoire de la Chimie, París, 1842, vol. 1, p. 405 (Hoeffer). Véase también: Jean de Meung, La Métallique Transformation, Lyon, 1618, H. P. H., p. 193.
45 Sobre el simbolismo tradicional del pelícano: V. E. Graham, "The pelican as image and symbol", en Rev. Litt. Comp., 1962, XXXVI.
46 C. A. G., p. 22.
47 D. M., p. 393.
48 Jung le consagró un capítulo en Psychology and Alchemy, Londres, 1953, páginas 415-451.
49 Roman de la Rose, ed. A. Mary, París, 1949, cap. XVIII. [ed. castellana en Siruela, Madrid].
50 Algunos tratados llevan el nombre de Fuente, como el de Philaleto, Fontaine de la Philosophie chimique.