El presente artículo fue publicado en la revista francesaDevanâgarî (nº 5, octubre 1996), y junto con el anterior constituyó un solo envío de nuestro Servicio Difusión.

Antología de Textos Herméticos
EL FIN DE UN MANVANTARA
BRUNO HAPEL

La tradición hindú nos enseña que la presente humanidad ha entrado en la fase extrema del Kali-Yuga, es decir en el fin del presente Manvántara o era de un Manú1.

Este término es el más importante que una humanidad pueda tener que afrontar.

Todo fin de un ciclo dado ha de considerarse según dos aspectos principales:

– Un agotamiento de las posibilidades en potencia en el origen del ciclo contemplado, las cuales deben manifestarse en él.

– Una sintetización del germen que lleva las potencialidades del ciclo que debe suceder a aquél.

Lo que no se agota es pues justamente el germen del ciclo futuro. Se puede decir que esta sintetización del germen es "pasiva", "oscura", en el sentido de que el germen es "lo que queda". El agotamiento será entonces "activo" y constituirá la parte visible de la actividad en un fin de ciclo.

En el marco de un fin de Manvántara, la humanidad dedica así toda su fuerza a este agotamiento de las posibilidades. Aunque estas últimas sean en su aplastante mayoría de naturaleza antitradicional, y hasta contra-iniciática, se olvida ver que una parte de esas posibilidades son de naturaleza tradicional e iniciática. En efecto, parece no comprenderse que el germen no concernirá más que a la humanidad futura y que así la acción tradicional en el final de un Manvántara debe agotar todas las posibilidades tradicionales que no se reabsorberán en el germen del Manvántara futuro.

Esta noción de agotamiento tradicional debe permitir aprehender mejor, en este fin de ciclo, el medio tradicional y comprender mejor su acción. Para delimitar este agotamiento, es sin duda útil recordar en qué dominio se reabsorbe el germen del ciclo futuro, o, desde otro punto de vista, en qué dominio se forma el arca. René Guénon escribe:

"Volvamos ahora a la forma de la letra nûn, que da lugar a una observación importante desde el punto de vista de las relaciones existentes entre los alfabetos de las diferentes lenguas tradicionales: en el alfabeto sánscrito, la letra correspondiente, na, reducida a sus elementos geométricos fundamentales, se compone igualmente de una semi-circunferencia y de un punto; pero aquí, estando la convexidad vuelta hacia lo alto, se trata de la mitad superior de la circunferencia, y no ya de su mitad inferior, como en la nûn árabe. Es, pues, la misma figura colocada en sentido inverso, o, para hablar con más exactitud, son dos figuras rigurosamente complementarias entre sí; en efecto, si se las reúne, los dos puntos centrales se confunden, naturalmente, y se tiene el círculo con el punto en el centro, figura del ciclo completo, que es a la vez el símbolo del Sol en el orden astrológico y el del oro en el orden alquímico. Así como la semi-circunferencia inferior es la figura del arca, la superior es la del arco iris, el cual es el análogo de aquélla en la acepción más estricta de la palabra, o sea con la aplicación del 'sentido inverso'; son también las dos mitades del 'Huevo del Mundo', una 'terrestre', en las 'aguas inferiores', y otra 'celeste', en las aguas 'superiores'; y la figura circular, que estaba completa al comienzo del ciclo, antes de la separación de esas dos mitades, debe reconstituirse al final de él. Podría decirse, pues, que la reunión de las dos figuras de que se trata representa el cumplimiento del ciclo, por la unión de su comienzo y de su fin, tanto más cuanto que, si se las refiere más particularmente al simbolismo 'solar', la figura del na sánscrito corresponde al Sol levante y la del nûn árabe al Sol poniente. Por otra parte, la figura circular completa es también habitualmente el símbolo del número 10, siendo el centro 1 y la circunferencia 9; pero aquí, al obtenérselo por la unión de dos nûn, vale 2 x 50 = 100 = 10², lo que indica que es en el 'mundo intermediario' donde debe operarse la unión; ésta es en efecto imposible en el mundo inferior, que es el dominio de la división y de la 'separatividad', y en cambio, es siempre existente en el mundo superior, donde está realizada principialmente de modo permanente e inmutable en el 'eterno presente'."2

Se ve pues que el agotamiento concierne a las posibilidades del mundo inferior, dominio de la división y de la "separatividad" así como a las posibilidades del mundo intermedio que se opondrían a la unión del arca si no debieran ser agotadas.

Puede decirse pues que es aquello que "se separa" lo que se agota, luego todo lo que se agota se separa. La Tradición3 realiza entonces este agotamiento de los aspectos que tienden hacia una materialización y un formalismo cada vez más acentuados. Las comunidades se dividen en la desorganización y el fraccionamiento de las vías tradicionales en múltiples caminos tortuosos que incluso desembocan de hecho en este mismo fraccionamiento, en callejones sin salida, aun cuando no sean, en principio, callejones sin salida.

La Tradición, en un fin de Manvántara, debe enfrentarse a la descualificación, continuamente creciente, de sus miembros.

El fin último de un Manvántara no puede dar lugar a una eventual restauración de ciertas formas o aspectos de la Tradición. Cuando los tiempos están próximos todo lo que no pueda ser recogido en el arca debe extinguirse. ¿Hay que pensar que este "instante" es inminente? Si no ¿se ven signos de un hipotético enderezamiento? ¿No debe pensarse que no hay otras posibilidades sino aquellas aminoradas, incompletas, que deben manifestarse antes de la clausura de este Manvántara?

Traducción: Miguel A. Aguirre

 

Antología
  
NOTAS

1      Principio de esta humanidad. El hombre es así designado como mânava, es decir "relativo a Manú".

2      René Guénon, Symboles fondamentaux de la Science sacrée, Éditions Gallimard, pp.175 y 176. [Ed. castellana: Eudeba, Bs. As. 1976, pp. 139-140].

3      En la diversidad de sus formas.