Aquí publicamos la relación de cartas de Marsilio Ficino traducidas del volumen I en inglés The letters of Marsilio Ficino. Ed. Shepheard-Walwyn, Londres, 2001. Edición que a su vez es una traducción revisada del latín, Opera omnia, tomo I. Ed. Bottega d'Erasmo, Turín, 1962. La presente traducción ha sido realizada teniendo en cuenta ambas ediciones.
Antología de Textos Herméticos
Ivoox Las Cartas de Marsilio Ficino por el Ateneo del Agartha.

QUAE SIT AD FELICITATEM VIA
CUAL ES EL CAMINO A LA FELICIDAD

MARSILIO FICINO

Marsilio Ficino saluda al gran Cosme.

Vendré contigo tan pronto como pueda y con mucho gusto, pues qué podría ser más placentero que estar en Careggi, la tierra de las Gracias, hablando con Cosme, el padre de las Gracias. Mientras tanto, recibe en breves palabras lo que en las obras de los platónicos se dice sobre cuál vía es más conveniente para la felicidad. Y aunque estimo que no es necesario mostrar el camino a quien muy pronto va a alcanzar la meta, pienso que tu deseo ha de ser complacido tanto en tu ausencia como en tu presencia.

Todos los hombres desean actuar bien, esto es, vivir bien. Y viven bien si tienen a su disposición el mayor número posible de bienes. Se dice que tales bienes son las riquezas, la salud, la belleza, la fuerza, la nobleza de nacimiento, los honores, el poder, la prudencia así como la justicia, la fortaleza y la templanza, y por encima de todo lo demás, la sabiduría, la cual ciertamente contiene la esencia completa de la felicidad.

En efecto, la felicidad consiste en alcanzar con éxito la meta deseada, y la sabiduría lo brinda en todas las ocasiones. Así, los flautistas expertos alcanzan el uso óptimo de sus instrumentos al igual que los gramáticos instruidos en lo que concierne a los textos leídos o escritos. También los timoneles sabios alcanzan un puerto favorable en su navegación antes que otros, el general sabio dispone lo que concierne a la lucha con el mínimo riesgo, y el doctor sabio conduce a la deseada salud corporal de la mejor manera posible. Por tanto, la sabiduría, con su fuerza, nos procura la maestría en cualquier actividad humana según nuestro deseo. Ella nunca se equivoca ni se engaña; de otro modo, no sería verdaderamente la sabiduría. Puesto que la sabiduría es realmente la causa de que se alcance la meta, ella es necesariamente todopoderosa en lo que concierne a la felicidad.

También se dice que sólo son felices los que están provistos de muchísimos dones. Pero no son felices antes de que la presencia de dichos dones les beneficie, y no se benefician de ellos si no los emplean. Su sola posesión sin uso no causa la felicidad. No obstante, tampoco es suficiente su mero uso, pues uno puede usarlos mal y por ello resultar herido en vez de socorrido. Pues bien, del mismo modo que hemos añadido el uso a la posesión, conviene añadir la rectitud al uso, pues no sólo hemos de usar sino que debemos usar rectamente. Mas sólo la sabiduría garantiza el recto uso de cada cosa. Esto puede observarse en las artes: en ellas, sólo quienes que son diestros en su arte hacen un uso correcto tanto de la materia como de las herramientas. Del mismo modo, la sabiduría hace posible que usemos rectamente las riquezas, la salud, la belleza, la fuerza y las otras cosas que se llaman bienes. Por tanto, el conocimiento es la causa de actuar bien y con éxito en la posesión, el uso y la operación de todos ellos.

El hombre que posee muchos dones y los usa sin inteligencia sufre más daño conforme más posee, pues tiene más para usar impropiamente. Verdaderamente, cuanto menos hace el necio, menos errores comete. Cuantos menos errores comete, menor es el daño que hace. Y cuanto menor es el daño que hace, menos miserable es. Ciertamente, uno hace menos si es pobre que si es rico, si es débil que si es fuerte, si es tímido que si es atrevido, si es perezoso que si es despierto, si es lento que si es veloz, si es obtuso que si es sagaz. Por consiguiente, ninguno de los dones que han sido llamados bienes más arriba son bienes en sí mismos, pues si son capturados por la ignorancia son peores que sus opuestos en tanto que pueden proporcionar medios criminales en abundancia a un dirigente perverso. Si por el contrario los gobiernan la prudencia y la sabiduría, entonces son mejores. Así, ellos no son buenos o malos en sí mismos; para el hombre sabio, tanto las ventajas como las dificultades se vuelven útiles porque él hace un uso recto de unas y otras, pero para el ignorante es lo opuesto.

Por tanto, de todas las cosas que poseemos, sólo la sabiduría es buena en sí y sólo la ignorancia es mala en sí. Puesto que todos deseamos ser felices y la felicidad no puede ser obtenida sin el uso recto de nuestros bienes, y dado que el conocimiento revela su uso apropiado, debemos dejar de lado todo lo demás y esforzarnos cada cual, con el apoyo de la plenitud de la filosofía y el afán por la rectitud, en llegar a ser tan sabio como sea posible, pues así es como nuestra alma conseguirá ser más parecida a Dios, que es sabiduría en sí mismo. En esta semejanza consiste el más alto estado de la felicidad, según considera Platón.

Traducción: Marc García.

 

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