Aquí publicamos la relación de cartas de Marsilio Ficino traducidas del volumen I en inglés The letters of Marsilio Ficino. Ed. Shepheard-Walwyn, Londres, 2001. Edición que a su vez es una traducción del latín, Opera omnia, tomo I. Ed. Bottega d'Erasmo, Turín, 1962. La presente traducción ha sido realizada teniendo en cuenta ambas ediciones.
Antología de Textos Herméticos
Ivoox Las Cartas de Marsilio Ficino por el Ateneo del Agartha.

LEX ET IUSTITIA
LEY Y JUSTICIA

MARSILIO FICINO

Marsilio Ficino saluda a Ottone Niccolini y Benedetto d’Arezzo, jurisconsultos,
y a Piero de Pazzi y Bernardo Giugni, caballeros.

Me persuadisteis para traducir las Leyes de Platón del griego al latín; también el gran Cosme me animó a hacerlo. Y lo he hecho, y de muy buena gana pues considero que el estado necesita a los mejores juristas más que a los buenos comerciantes o a los doctores. Del mismo modo que Minos sirvió a los griegos más que Galeno, el alma es superior al cuerpo y al hálito vital, y la vida eterna a la temporal. Verdaderamente, el comercio se asemeja al cuerpo del estado, la medicina al hálito y la ley al alma. Y si bien parece haber muchas leyes en el estado, no hay una multitud de almas en él. En efecto, al igual que muchas habilidades y grados diversos de ciudadanos no constituyen varios estados sino solamente uno si todos persiguen la misma meta y del mismo modo, puede que existan muchas disposiciones legales de magistrados en la ciudad pero no hay más que una ley pública, a saber, la norma común de la vida justa que conduce a la felicidad pública. Dios y la naturaleza nos preparan para esta ley, los decretos nos exhortan y Dios solo, finalmente, nos conforma a ella, pues tanto la ley de las estrellas como la ley de los hombres provienen de la ley divina.

Por esta razón todos los legisladores, en parte, han copiado como monos a Moisés, el autor más auténtico de leyes divinas, y en parte, no sé de qué manera obligados por la verdad, han afirmado de distintas formas que han recibido las leyes de Dios: Osiris, el transmisor de las leyes a los egipcios, de Mercurio; Zoroastro de los arimaspianos, de un buen numen; Zalmoxis de Scythia, de Vesta; Minos de Creta y Solón de Atenas, de Jove; Licurgo de Esparta, de Apolo; Numa, rey de los romanos, de la ninfa Egeria; Mahoma, rey de los árabes, del ángel Gabriel. Nuestro Platón organizó sus libros sobre leyes según Dios, a quien denomina autor universal de todas ellas. Esto lo confirma además en el diálogo titulado Protágoras diciendo que las artes que conciernen al modo de vida nos han sido transmitidas por Prometeo, es decir por la providencia humana, pero la ley del vivir bien y felizmente que proviene de Jove, la divina providencia, nos ha sido concedida a través de Mercurio, la inspiración angélica.

Óptimos amigos, no podemos sino admirar el poder de la ley pues el orden y la armonía de la ley son algo necesario para los elementos del universo, los humores de los seres vivos, la vida de las bestias y también para una guarida de ladrones, ya que incluso tales hombres no pueden vivir juntos sin un cierto orden justo. Ahora bien, ¿qué diremos acerca de ello? Que aunque entre seres inferiores pueda no haber otras virtudes, ahí no faltan la ley y la justicia que castigan al malvado de acuerdo a su merecido; y que aunque entre los bienaventurados ya no son necesarias las virtudes morales que contribuyen a calmar la agitación del cuerpo y los sentidos de los mortales –de la cual ya están libres los que gozan de la vida bendita–, la ley y la justicia florecen entre ellos, entregando a cada cual recompensas eternas según sus méritos y protegiendo a los benditos.

Traducción: Marc García.

 

Antología