Aquí publicamos la relación de cartas de Marsilio Ficino traducidas del volumen I en inglés The letters of Marsilio Ficino. Ed. Shepheard-Walwyn, Londres, 2001. Edición que a su vez es una traducción del latín, Opera omnia, tomo I. Ed. Bottega d'Erasmo, Turín, 1962. La presente traducción ha sido realizada teniendo en cuenta ambas ediciones.
Antología de Textos Herméticos

DE LAUDE PLATONICORUM INTERPRETUM
EN ALABANZA A QUIENES EXPLICAN A PLATÓN

MARSILIO FICINO

Marsilio Ficino el florentino saluda a Bessarion el griego, cardenal de Sabina.

No se te esconde, venerable padre, que cuando nuestro Platón disertaba sobre la belleza de manera tan sutil y penetrante en el Fedro, era la Belleza del alma, a la que él llamaba sabiduría y el oro más precioso, la que pedía a Dios. Este oro fue entregado por Dios a Platón, y resplandeció en él con el mayor brillo porque era de corazón muy puro.

Pero pese a la gran brillantez de las palabras y los escritos de Platón, dicho oro quedó oscurecido al ser envuelto por las tinieblas de la mente como si hubiese sido tapado por el terreno. Se mantuvo oculto para todos los hombres que no tenían ojos de lince. Por esta razón, algunos hombres de poca sabiduría se decepcionaron en otros tiempos con la tierra exterior, y no pudiendo penetrar en lo más profundo, despreciaron el tesoro escondido.

Sin embargo, cuando el oro fue llevado al taller, en primer lugar al de Plotino, después al de Porfirio, al de Jámblico y finalmente al de Proclo, la tierra se desprendió por la prueba sutilísima del fuego y el oro brilló de tal modo que llenó de nuevo el mundo entero con un esplendor maravilloso. Mas algunas lechuzas en particular, o mejor dicho, ciertos búhos, al parecer, se han sentido molestos por tales rayos de luz, y no sólo han despreciado este sagrado tesoro de nuestro Platón tal como algunos habían hecho antes, sino que incluso han empezado a censurarlo por sacrílego, lo que es mucho peor que el primer error.

Pero Bessarion, la luz de la Academia, ha aplicado inmediatamente la medicina más provechosa para esos ojos turbios y débiles, de manera que el oro sea no sólo puro y brillante, sino también maleable con las manos e inocuo para la vista. Platón lo había vaticinado: dijo al rey Dionisio que llegaría un tiempo tras muchas generaciones en que los misterios de la Teología serían purificados por un discurso exactísimo, tal como el oro es purificado por el fuego. Y ciertamente, este tiempo ya ha llegado, Bessarion. Que el espíritu de Platón y todos nosotros, su familia, nos alegremos de ello sobremanera.

Adiós.

Traducción: Marc García.

 

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