Aquí publicamos la relación de cartas de Marsilio Ficino traducidas del volumen I en inglés The letters of Marsilio Ficino. Ed. Shepheard-Walwyn, Londres, 2001. Edición que a su vez es una traducción del latín, Opera omnia, tomo I. Ed. Bottega d'Erasmo, Turín, 1962. La presente traducción ha sido realizada teniendo en cuenta ambas ediciones.
Antología de Textos Herméticos

AMICITIA ILLA STABILIS, QUAE A DEO CONFLATUR
UNA AMISTAD FORJADA POR DIOS ES FIRME

MARSILIO FICINO

Marsilio Ficino saluda a Giovanni Cavalcanti, su amigo único.

Mi óptimo Giovanni, los filósofos platónicos han definido a la amistad verdadera como la unión firme de las vidas de dos hombres. Pero pensamos que la vida es una sólo para aquellos hombres que trabajan por un fin único cual si marchasen por el mismo sendero hacia una meta común; y creemos también que su asociación será estable sólo si el propósito que ellos se han establecido como deber común es, además de único, permanente y firme.

En verdad, todos los estudios y ocupaciones del hombre suelen ser siempre esfuerzos para conseguir lo que se considera que es el bien. Dado que parece haber tres tipos de bien para los mortales –a saber, los bienes del alma, los del cuerpo y los externos–, el hombre busca la virtud del alma, los placeres del cuerpo o la abundancia de riquezas. Ciertamente, el primero de estos bienes es seguro y eterno; los otros son transitorios y mortales. Por consiguiente, la mencionada unión de vidas, que es la verdadera amistad, sólo puede existir para aquellos que nunca ambicionan acumular riquezas ni satisfacer los deseos del cuerpo, que cambian y se extinguen, sino que se aplican con común empeño y entusiasmo a cultivar y ejercitar la virtud única y permanente del alma.

Nuestro Platón, el maestro y guía de todos los filósofos, quiso llamar sabiduría a esta virtud del alma. Él sostenía que la sabiduría es el conocimiento de lo divino. Pero en el libro sobre la República, muestra cómo las cosas divinas no pueden darse a conocer a nuestra inteligencia más que si Dios las revela iluminándonos, al igual que los ojos sólo perciben las formas corporales cuando son iluminados por el Sol. Del mismo modo, es Dios, a quien anhelamos ver, el que ilumina la mirada de la inteligencia a fin de que podamos contemplar, el que se revela finalmente al entendimiento iluminado y el que nos deleita con esa revelación. Ese mismo Dios es para nosotros el camino, la verdad y la vida. El camino, porque por medio de sus rayos nos atrae, nos dirige hacia él y nos arrebata. La verdad, porque se nos revela cuando nos volvemos hacia él. Y por último, la vida, pues por medio de esa bendita visión él alimenta continuamente y deleita a nuestra alma, que lo contempla. Luego que todos aquellos que deseen saborear los dulces licores de la sabiduría tengan sed de esta fuente eterna de toda la sabiduría. Que todos aquellos que quieran adquirir la virtud del alma aspiren verdaderamente a la sabiduría. Quienquiera que haya resuelto cultivar su alma debe también cultivar a Dios.

Por otra parte, hemos definido antes a los amigos como aquellos que se afanan por la virtud con igual celo y se ayudan mutuamente a cultivar sus almas. El cultivo del alma sólo subsiste en la virtud, la virtud es sabiduría y la sabiduría es conocimiento de lo divino. La luz divina nos otorga este tipo de conocimiento. Así, cultivar el alma es cultivar a Dios mismo.

Por consiguiente, la amistad que con el acuerdo de dos hombres se esfuerza en el cultivo del alma mediante la virtud ha de ser vista como la suprema concordia de dos almas en el cultivo de Dios. Y dado que Dios ama a quienes lo honran con una inteligencia virtuosa, no puede haber dos amigos solos sino que siempre ha de haber tres: los dos hombres y el Dios uno. Dios, o en otras palabras, Júpiter bondadoso, Júpiter amigable, Júpiter conservador de la vida humana, siempre venerado por Platón y honrado por Sócrates. Él es el guía de la vida humana, nos une en la unidad, es el vínculo indisoluble de la amistad y es nuestro guardián constante.

Se dice que los teólogos de la antigüedad, cuya memoria reverenciamos, entablaron un vínculo sagrado de amistad entre ellos teniendo a este Dios como mediador. Se cuenta que entre los persas, Zoroastro, por inspiración divina, adoptó a Arimaspis como compañero constante en su búsqueda de los misterios sagrados de la filosofía religiosa. Del mismo modo, Hermes Trismegisto escogió a Asclepios entre los egipcios. Orfeo eligió a Museo en Tracia. También Aglaofemo a Pitágoras. Platón de Atenas escogió primero a Dion de Siracusa, y tras su muerte, a Xenócrates. Así, los hombres sabios siempre han estimado necesario tener a Dios como guía y a un hombre como compañero para completar el viaje celeste sin peligro y sosegadamente.

Y aunque confío muy poco en ser capaz de seguir las huellas de esos hombres impresas en lo alto a través de las regiones celestes, hay algo que sí me parece haber adquirido abundantemente para que no me falte en el estudio de la filosofía sagrada, el ejercicio de la virtud y la búsqueda de la verdad: la compañía benevolente y agradable del mejor de los hombres. Considero, en efecto, que la amistad de Giovanni Cavalcanti y Marsilio Ficino debe ser contada entre las que evocábamos hace poco. Y con Dios como guía, el cual ha establecido y avivado este vínculo tan felizmente, nuestra amistad nos será muy provechosa a ambos para lo que debamos realizar, llevar una vida tranquila e indagar lo divino.

Traducción: Marc García.

 

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